Oviedo, Gijón y Avilés ¬ultiman su programa "Ciudades de Asturias" para atraer turistas. Por primera vez en la historia, los tres núcleos más poblados, en vez de pelear por separado, se alían en pie de igualdad para optimizar esfuerzos y recursos, multiplicar la presencia de visitantes y pelear por la organización de congresos de gran tamaño a los que individualmente les resultaría imposible acceder por falta de plazas hoteleras y de infraestructuras adecuadas. La iniciativa coincide con el intento del Principado de relanzar el área metropolitana central y viene como anillo al dedo para ejemplificar lo que la región sería capaz de conseguir si la cooperación predominara sobre la disputa.

En 1860, Asturias tenía 541.000 habitantes y era la cuarta provincia española por su población. Hoy alcanza, según datos del padrón del año pasado, 1.034.000 y ocupa el decimotercer lugar. No significa lo mismo estar en la cumbre de esta clasificación nacional que cerca de la cola a la hora de hacerse visible, establecer prioridades, planificar los servicios y exigir atención. Una evidencia olvidada respecto al Principado, e incluso desnaturalizada, por pacatos complejos de inferioridad o por el jacobinismo centralista.

Con las ciudades del espacio central asturiano, casi físicamente pegadas en un radio de una treintena de kilómetros gracias a una magnífica red de autovías, ocurre lo mismo: su peso es muy distinto si se las une o se las separa. Disgregadas, no compiten en tamaño con las grandes conurbaciones. A Gijón, la mayor aglomeración, aún le faltan miles de habitantes para colarse entre los diez núcleos más poblados del país. Juntas suman lo mismo que Valencia, la tercera capital, y brillan con luz propia en el Arco Atlántico.

¿Para qué sirve un área metropolitana? El sentido común lo determina: para optimizar los recursos -invertir adecuadamente los impuestos evitando duplicidades- y para ofrecer mejores prestaciones -beneficiar al ciudadano-. Nadie lo ha explicado así a los asturianos, ni hecho esfuerzos para convencerlos de los muchos beneficios que, diseñando correctamente los objetivos, puede reportarles sobre su vida cotidiana. Más bien al contrario: los políticos, aunque no lo pretendieran, siempre acabaron presentando este complejo y sofisticado ente como un artefacto burocrático para dirimir luchas de poder o acomodar enchufados.

El enésimo intento de sacar adelante la metrópoli central supone un cambio radical de planteamiento. Veremos si táctico o sincero, y hasta dónde llega. Por lo desvelado en exclusiva por LA NUEVA ESPAÑA, el plan tiene de positivo, respecto a los precedentes, que pretende avanzar centrándose en aspectos muy concretos y prácticos abordados por separado, con voluntariedad y sin imposiciones a los concejos. También que cede el protagonismo a los ayuntamientos. Sin el concurso de los municipios, arrebatándoles competencias o diluyendo su personalidad, será imposible, como ya ocurrió en anteriores intentos, llegar a buen puerto.

La mayoría de las áreas metropolitanas españolas están articuladas en torno a una sola urbe principal y varias secundarias. Difícilmente pueden servir de modelo. La singularidad, y la riqueza, de la asturiana radica en su esencia polinuclear, lo que requiere una jerarquía distinta y soluciones imaginativas muy diferentes.

El área metropolitana no es más, en el fondo, que una estrategia, una disposición política al entendimiento, un punto de encuentro para el debate y la toma conjunta de decisiones. Asturias, efectivamente, no necesita nuevos momios en los que tirar el dinero. Sí facilidades en la comunicación supramunicipal. Trenes frecuentes que lleguen puntuales. Espectáculos interesantes que se concatenen y no rivalicen en horario. Equipamientos deportivos y sociales sostenibles al alcance de todos, no ruinosos al multiplicarse por emulación. Espacios naturales que engarcen y desahoguen el territorio. Una distribución del suelo que complemente y potencie las especialidades en vez de promocionar usos irracionalmente redundantes.

Los concejos del Oriente organizaban una veintena de carnavales el mismo día. La coincidencia los diluía. Hasta que decidieron coordinarse y distribuir la celebración en sucesivos fines de semana. Sin gastar un euro, dialogando, todos ganaron y cada Antroxu fue un éxito. Hay multitud de aspectos susceptibles de concertar. Ciudad equivale a desarrollo. El área metropolitana supone uno de los grandes activos económicos de Asturias por su potencialidad urbana. Un espacio cómodo y atractivo de alta calidad de vida, industrial y comercial a la vez, logístico y residencial, verde y de servicios avanzados.

El verdadero desafío para el centro de Asturias, llamen como quieran al instrumento político con el que lograrlo, es pasar de unas comarcas autosuficientes y cerradas, los tiempos del "finisterre", a la suma de un conjunto de distritos colaborativos, la era de la globalización. Por mucho que el populismo y el nacional-localismo vociferen, juntos se llega más lejos.