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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Lamento profesional

El periodismo de las tertulias hace gran daño

Un llambión dibuja pasteles en una servilleta pero no logra mitigar el ansia de almíbar. De igual forma que cuando uno se encuentra en el fondo del mar de poco sirve que el médico le haya prohibido la sal. La vida transcurre en el tránsito permanente de lo dulce a lo salado, pero los excesos de uno u otro se pagan. Antaño, la profesión periodística estaba llena de cirróticos y fumadores divorciados; hoy los periodistas se dividen, mitad y mitad, en diabéticos e hipertensos.

Todas las profesiones vocacionales obligan a determinados peajes. La nuestra se ha devaluado tanto que en las encuestas los plumillas somos ya menos apreciados que los banqueros, de manera que la búsqueda de la verdad cotiza más a la baja incluso que el ejercicio de la usura. ¿Qué hemos hecho para merecer esto? Entonemos el mea culpa, pero reconozcamos que se está identificando al todo por una parte.

El periodismo de las tertulias le ha hecho mucho daño a la imagen del conjunto. Son cuatro y casi siempre los mismos, pero salvo honrosas excepciones se trata de personajes superados por su papel que opinan de todo sin saber de casi nada. Se erigen en abogados defensores en una televisión por la mañana y en fiscales en una emisora de radio por la tarde; ejercen de policías, de jueces, de augures. Y en ese afán de opinar permanentemente se sitúan por encima del bien y del mal. Pero desde lo alto no se atisban personas, sino diminutas hormigas, y nada molesta más al ciudadano que quien tiene que tratarlo de igual lo minimice o lo ningunee. Han convertido la necesaria cercanía en distanciamiento. Y semejante osadía la pagamos todos: pecadores y justos, con la inestimable ayuda de las redes sociales.

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