La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

La cinta del gimnasio

No se imaginan lo que pueden dar de sí cuarenta y cinco minutos sobre la cinta de correr de un gimnasio. No hacen falta cascos: escuchar conversaciones vecinas distrae más. Las hay para todos los gustos, máxime a una hora en que compartes escenario con jubilados, de manera que a tus cincuenta y tantos te encuentras entre los más jóvenes del lugar, lo cual en una sala llena de máquinas infernales levanta la moral.

La señora que camina a mi izquierda pega la hebra con un tipo coñón y campechano -han superado ambos de largo los sesenta- que se afana en mantener una conversación al tiempo que la cinta avanza. Hablan de los nietos y de lo desagradecidos que pueden llegar a ser los hijos. "La de mi hija vive conmigo porque ella va a trabajar muy pronto y no quiere andar con la cría tan temprano. Tiene 21 meses y es la alegría de la casa", dice la mujer. El paisano, que suda como un pollo de granja, añade: "Así da gusto tener fíos; si los crían los güelos... Los míos se van de vacaciones y nos encasquetan a los guajes sin preguntar. Y no les pongas una mala cara...".

A mi derecha, dos hombres, también sesentones de largo, discuten de fútbol: es lunes y pasan revista a la jornada liguera. Parecen Roncero y Pedrerol. "¿Viste Florentino? Quiere gastar una pila millones en fichar a cuatro extranjeros el año que viene", dice uno de ellos, de paso cansino. "Tendrá que aligerar la nómina y despedir a otros cuatro. Por la cuarta parte echábaselos yo", responde el otro, más ligero de pies.

Se despide la señora mayor hasta mañana y sube a la cinta una jovencita que parece un astronauta en un ecosistema jurásico. El paisano también abandona. "Marcho, que esta guaja corre que se las pela y deprímome". Y se va a la máquina de hacer remo, antes de que otro jubilado se la levante.

Compartir el artículo

stats