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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Adiós a Casa Víctor

El popular hostelero lo llenaba todo y con su fallecimiento se hizo difícil tapar tanto hueco

Cierra Casa Víctor y con la trampilla echada "sine die" se pone fin a una de las páginas más gloriosas de la hostelería gijonesa del último medio siglo. Los esfuerzos denodados de Alfonso Esteban y de Ana Bango por reflotar la nave marinera en cuyo timón se afanara durante décadas el inolvidable Vitorón han resultado baldíos, pese a su noble voluntad y su buen hacer en los fogones, y a uno y otro lado de la barra. Pero el peso de la tradición y la ausencia del referente suponían un listón muy elevado que salvar, por mucho que el local se modernizara y rindiera permanente homenaje, en su decoración, a quien ya no estaba.

Vitorón lo llenaba todo. Nadie glosó mejor lo que Casa Víctor significó para el mejor nombre de la buena mesa local que Luis Meana, que lo tenía por un templo y al que solía acompañar Julio Puente en los agostos de Begoña. Además de platos incomparables, escribió el filósofo, en esa casa se degustaba la vieja alma de la villa, en peligro de extinción. Era la sublimación del antiguo chigre gijonés, hasta convertirlo en un banquete platónico en el que se hablaba de la existencia con el escepticismo, la socarronería y la exuberancia peculiar de esta ciudad. Todo ese legado es ya historia, inolvidable recuerdo.

Podría decirse que si Vitorón fue el último poeta homérico de Gijón, capaz de relatar cada sobremesa a tirios y troyanos las múltiples odiseas de esta ciudad, Casa Víctor llegó a ser el estómago del caballo de Troya de los que buscaban el recaudo de platos memorables.

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