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La mirada femenina

Como los árboles

Las mujeres deben revisar sus prioridades y luchar por aquellos proyectos que las hagan felices

Anteponer cualquier cosa a lo que de verdad queremos hacer en la vida es algo muy femenino. Conozco a tantas mujeres que lo hacen? ¡Demasiadas!

Muchas de ellas no se plantean si son o no felices, tiran hacia delante como los bueyes tiran del yugo que los sujeta al arado. La mujer sufre un gran riesgo de perderse en el proyecto familiar por un exceso de implicación, y un defecto, olvidarse de ella misma.

A menudo, los hijos, la pareja, los familiares y amigos llenan gran parte nuestro espacio mental y nos convertimos en hábiles coordinadoras de los sueños ajenos. Es cierto que ayudar a los demás proporciona una gran satisfacción, más si los demás son nuestros propios hijos. Pero todo en la vida es cuestión de equilibrio. Y ¿qué hay de nuestros sueños?

Me maravilla observar cómo en algunas reuniones de amigas se compite a ver quién tiene más obligaciones y dispone de menos tiempo. Como si ser más "esclava" fuera una gran virtud. Aquélla que coordine más cosas y que no tenga un solo segundo, duerma mal por las noches y encima aparente cinco años menos es la ganadora del concurso. La cuestión es ¿la ganadora hasta cuándo?

En la vida todos tenemos aciertos y errores, todos subimos y bajamos, ganamos y perdemos. Hay momentos en los que nos comemos el mundo a bocados, otras veces en cambio nos cuesta respirar. Nadie está inmunizado a que el estrés termine pasando una factura demasiado cara.

Además, la mujer sufre de por sí ya grandes cambios metabólicos. Las menstruaciones, los embarazos, la lactancia y luego se produce un antes y un después con la menopausia, uno de los momentos más tabú y más duros a nivel energético en la vida de la mujer, donde no nos queda otra que reinventarnos, o morirnos de asco directamente.

Todos estos cambios hormonales nos desestabilizan en mayor o menor medida; los sofocos, la vista cansada y los kilos de más hacen que nos cueste encontrar un equilibrio con nuestro cuerpo físico. No olvidemos que pensar sólo en el cuerpo físico es un gran error. Tenemos tres cuerpos, el físico, el emocional y el espiritual, y debemos equilibrarlos de forma conjunta. Si nos quedamos sólo en el plano físico cuando el cuerpo pierde facultades, nos hundimos.

Cuando vemos a alguien que se ocupa de lo que realmente le hace feliz -por cierto, los hombres suelen hacerlo con mucho menos reparo- no siempre lo valoramos como algo positivo. A veces nos confronta a emociones destructivas como los celos o la envidia.

Claro, pensamos, él puede hacerlo porque detrás tiene a alguna mujer que le hace todo el trabajo de campo.

(Y algo de eso, probablemente, sea cierto).

El trabajo de campo es lo más laborioso e ingrato que hay porque nadie te lo reconoce. En general, un buen matrimonio es un buen equipo que vela por el interés mutuo.

Todos escuchamos alguna vez eso de que detrás de un gran hombre hay una gran mujer. Ojalá que con el tiempo llegue a ser igual de común escuchar que detrás de una gran mujer hay un gran hombre.

A veces me pregunto si nuestro "sacrificio" durante los años productivos no es más que un vano intento por asegurarnos un poco de cariño en la vejez. Pero cuidado con eso porque muchas veces podemos llevarnos una gran decepción. ¿Cuántas mujeres se han matado a trabajar para los suyos y luego se han muerto solas en una residencia de ancianos con una media de una visita al mes como mucho?

El problema real es que no creemos lo suficiente en nosotras mismas, no profundamente, y por eso pensamos que todo lo demás es más importante. Por eso anteponemos los proyectos de los otros, en los que sí creemos, a veces incluso de una forma ciega.

Deberíamos revisar nuestras prioridades y retomar esos proyectos que de verdad nos harían felices. No responsabilicemos a los demás de la vida que hemos elegido tener. Y enseñemos a nuestros hijos e hijas la maravilla que es guardar un espacio para uno mismo y luchar por los propios sueños.

Si queremos hacer algún cambio, siempre estamos a tiempo.

Para encajar los vaivenes que nos depare la vida debemos ser como los árboles, enraizarnos fuerte en la tierra, alimentarnos, no negarnos el derecho a conectar con el cielo y concentrarnos en aquello que nos hace felices.

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