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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Las sardinas sin sordina

Ya danzan por los montes de Gijón las sardinas del Antroxu, que son dos, madre e hija. Ya salieron de la lata a dar la lata, sirenas sin cola y con raspa, mujeres de armas tomar, de las que escaman.

Estas dos de Gijón son sardinas sin sordina: gritan en el Náutico y se las oye en La Camocha con un chirriar de turullu. Dicen que se parecen a las Kardashian, pero sólo de cara, no de culo. Será por el tamaño de esos labios carnosos que exhiben ambas parrochas gijonudas, capaces de absorber un huevo que aún estuviera dentro de la gallina. No son sardinas al plato, sino al bótox.

Una buena sardina es mejor que una mala langosta, dijo una vez el preciado cocinero Ferran Adrià, el mismo que aseguró que el cachopo no deja de ser una croqueta a lo bestia y pagó los platos rotos. Pero esa frase lapidaria bien podría atribuírsele a Vitorón, que gustaba deleitar a la concurrencia con un plato de sardinas a la vixigona, al estilo de Cimavilla: pescado azul en una ciudad tan roja y siempre en ascuas.

Ya están en el bote de Gijón la madre y la hija, que la lata es para las sardinas lo que el sarcófago para las momias y el traje de madera para los malos del Oeste. Y aunque tengan los días contados, a nadie han dado vela en ese entierro cenizo de vísperas de ceniza, así que denles el indulto e invítenlas al próximo desplazamiento rojiblanco, que ya les vaticino el resultado: Omega, 3 - Sporting, 4.

Y disfruten estos días de las sardinas de Gijón, no vayan a ser las últimas, que hay quien reclama en Bruselas un parón de quince años en las capturas de la apreciada especie, que cada vez hay menos bancos con peces y más bancos sin empleados.

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