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Álvaro Faes

Y el cambio eran las farolas

Ante la sustitución del alumbrado en la ciudad

Llevábamos ya tiempo expectantes a ver qué cambios traía el gobierno del cambio. Acostumbrados a los desencuentros por celos entre los socios del tripartito, para muchos la nueva política parecía haberse quedado en Oviedo en un cambio de siglas, ataques a lo anterior y chapa y pintura; mucho cambio superficial pero poco sustancial, más efectismo que pragmatismo. Eso sin entrar en detalles como la remunicipalización de Recaudación o El Asturcón, aún empantanado.

Llevábamos ya tiempo esperando cuando por fin, después de dos años y medio de gobierno, el cambio se avecina y es... de farolas. Más modernas y molonas porque las que puso Gabino de Lorenzo, el actual Delegado del Gobierno, durante su etapa como alcalde son isabelinas, o sea antiguas, y según un informe técnico esgrimido por el tripartito, inseguras y poco luminosas. A la oposición se lo han puesto a huevo. Si representan un peligro, ¿cómo es que se han mantenido durante todo este tiempo?

La verdad es que vivir en Oviedo se está convirtiendo en una actividad de alto riesgo a juzgar por las decisiones de urgencia que se ve obligado a tomar el gobierno municipal. Lo mismo te puede caer una farola isabelina encima cuando sales a pasear al perro que puedes acabar atrapado en el Auditorio cuando te disponías a disfrutar de la sexta de Mahler.

Más de 700.000 euros, IVA incluido, costará el cambio de 121 farolas que, aunque la izquierda no dé crédito, a muchos ovetenses les gustan. Más de 700.000 euros, IVA incluido. Lo que faltaba después del rejón del Calatrava. Pero esto ya merece un capítulo aparte.

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