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Luis Gancedo

Análisis | Las lagunas del "aprendizaje permanente" en España

Luis Gancedo

Aprender hasta la tumba

El checo Jan Amos Comenius (1592-1670), padre de la pedagogía, dijo, según se puede leer en Internet: "Toda la vida es una escuela para los hombres, del nacimiento a la tumba". Esa idea de la educación "desde la cuna a la tumba" impregna los intentos que la Comisión Europea lleva haciendo desde principios de siglo para impulsar en la UE el concepto de "aprendizaje permanente", una idea conectada con la necesidad de mejorar la educación y el reciclaje a cualquier edad ante los desafíos culturales, económicos y laborales que traen el cambio tecnológico y la "sociedad del conocimiento".

Sobre el terreno puede decirse que un sistema de aprendizaje permanente comprende, además de la educación reglada o no de niños y jóvenes, la formación orientada a los adultos y dentro de ella la actualización de los conocimientos que necesitamos para trabajar o para progresar en el trabajo. Forma de esto último está lo que en España se llama técnicamente formación continua y que en la empresas ha venido funcionando regular o mal, a golpe de deducciones en las cuotas de la Seguridad Social y con una ley que hasta hace pocos años era muy porosa a prácticas fraudulentas de sindicatos, organizaciones patronales y compañías con pocos escrúpulos.

En España se invierte poco (sea dinero público o privado) en formación continua de los trabajadores y también en la cualificación de los desempleados, según se infiere de las estadísticas de la Comisión Europea. La tasa de participación de los adultos españoles en actividades de "aprendizaje permanente" es del 9,4% (2016), inferior a la media de la UE (10,8%), que a su vez está lejos del objetivo de Bruselas para 2020 (15%). ¿Qué relevancia tienen resultados así? La respuesta está arriba, en quienes lideran la clasificación: Suecia (29,6%), Dinamarca (27,7%), Finlandia (26,4%) y Holanda (18,8%). Países todos que invierten mucho en educación, con niveles de renta per cápita de los más altos del continente y con estados del bienestar generosos. Lugares que, por la educación y por esas otras cosas, ocupan también las mejores posiciones en igualdad económica, de las que España está lejos.

En las sociedades occidentales donde el sistema educativo es una auténtica prioridad y cuenta con los recursos y la calidad profesional que se precisa, el aprendizaje a cualquier edad cumple la misión de "ascensor social". Junto a la sanidad pública, constituye un mecanismo vigoroso y genuino para reducir la desigualdad económica, para generar riqueza y repartirla de forma más justa que ahora.

El final de estas líneas lo pone otra cita hallada en Internet, gran aliado potencial del "aprendizaje permanente": Cicerón decía: "Instruirse, instruirse siempre. Ése es el verdadero alimento del alma". Y en buena medida también el alimento del cuerpo.

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