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Joan Tapia

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Juan Tapia

La difícil ecuación de Albert Rivera

Si quiere ser presidente necesita ayudar a la gobernación de España y, al mismo tiempo, separarse de Rajoy y desgastarlo

La semana pasada hablaba de la guerra de la derecha. Las elecciones catalanas han insuflado más ambición -que no le falta- a Albert Rivera. Quedar primero en Cataluña (aunque lejos de poder gobernar) y humillar al PP con 36 escaños contra 4 es algo que el líder de Cs quiere capitalizar. ¿Cómo? Marcando perfil para erigirse como una alternativa sólida al PP (lo que implica gestos de distanciamiento) y consolidarse también como una garantía frente a la izquierda.

Rivera tiene buenas expectativas, pero problemas de agenda. Si quiere ser presidente tras las próximas elecciones -difícil, no imposible- debe separarse de Rajoy, con cautela pero sin piedad y sin parecer ni un asesino ni un irresponsable. Atacarle, desgastarle y, al mismo tiempo, ayudar a gobernar. Nada fácil.

Por el momento la encuesta canónica, la del CIS del martes, le ha dado aire y ha preocupado al PP. No confirma lo de otras -de antes y después- que colocan a Cs en una algo increíble y arrolladora primera posición, pero sí se consolida y supera con claridad a Podemos. Y aunque en estimación de voto queda a casi seis puntos del PP (26,3% contra 20,7%) y con el PSOE (23,1%) en medio, los siete puntos que pierden los populares desde las generales (sacaron el 33%) van directamente a Cs, que gana algo más de siete, mientras que el PSOE sólo sube medio punto y Podemos y sus confluencias pierden más de dos.

Y lo relevante es que en intención directa de voto -la que expresan los encuestados antes de "la cocina" que atribuye el voto a los indecisos- hay tres partidos empatados: PSOE (15,9%), Cs (15,7%) y PP (15,5%). Ojo al dato.

Rivera va bien, pero no puede dejar de pedalear. Esta semana ha optado por abrir un nuevo frente -el de la reforma electoral- acercándose a Podemos. Sus intereses coinciden: jubilar a la Ley d'Hondt para aumentar la proporcionalidad entre votos recogidos y escaños obtenidos. Es un objetivo positivo, pero el excesivo roce con Iglesias tiene riesgos y a nivel fáctico es una batalla perdida porque, con la actual composición del Congreso, no se puede aprobar contra la voluntad del PP y el PSOE, que no quieren experimentos. Quizás por eso no se ha mojado demasiado y ha dejado el protagonismo a Juan Carlos Girauta, su portavoz parlamentario.

Pero la decisión clave de Rivera -y en la que se puede jugar su carrera- es la de los tiempos. ¿Cuándo le convienen las próximas elecciones? ¿Antes de las municipales y autonómicas de la primavera del 2019 o después? La respuesta de estadista es que después. Pero ¿y si en las municipales y autonómicas el PP y el PSOE -que tienen más implantación- le distancian? ¿Perdería el aura de líder emergente?

Y el frente catalán lo condiciona todo. Rajoy ha ocupado terreno con la propuesta de que los condenados por rebelión y sedición -que hay pocos, en el futuro los independentistas- no puedan ser indultados y tengan el mismo trato que el PSOE exige para los condenados por corrupción y por violencia de género. Es una iniciativa populista, que sólo busca frenar a Cs. Nada obliga a un gobierno a conceder indultos en el hipotético (pero posible) caso de que Junqueras y otros sean condenados a prisión. Pero, por el contrario, una política de indultos -en Irlanda del Norte se hizo por delitos de sangre- puede ayudar a resolver conflictos. El PP ha optado por el populismo puro y duro para seducir al electorado de ley y orden.

Pero Rajoy sabe que le interesa que el 155 no siga bloqueando la política española. Ha impedido la investidura de Puigdemont, que habría sido un golpe para su prestigio. Pero la palabra la tienen ahora los grupos secesionistas (Junts per Catalunya con 34 escaños, ERC con 32 y las CUP con 4), que deben convencer a Puigdemont -que tiene una veintena de incondicionales que podrían paralizar todo- de dar el paso atrás.

El secesionismo lo necesita para poder aprovechar su victoria electoral del 21-D. Rajoy lo precisa igual, o todavía más. Sin una normalización -aunque sea limitada- del conflicto catalán, España está bloqueada y Rajoy no tendrá presupuestos. Será un pato cojo. ¿Qué prefiere Rivera?

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