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La polémica por los abusos sexistas alcanza al arte del XIX

Un Museo de Manchester aviva el debate sobre igualdad y censura al retirar un cuadro que muestra a unas ninfas desnudas seduciendo a un hombre

Quién le iba a decir al poco conocido pintor prerrafaelita John William Waterhouse que algún día se vería metido sin saberlo ni vivirlo en la polémica mundial que han encendido las campañas "Time's Up" y "#MeToo" contra los abusos de todo tipo y humillación que están denunciando muchas mujeres en el mundo del espectáculo. El óleo "Hilas y las ninfas", del siglo XIX, muestra a un atractivo muchacho seducido por siete carnales ninfas desnudas, muy típicas de la época. Cuadros con mujeres sin ropa y actitud sensual los hay a cientos en todas las pinacotecas del planeta, pero ninguno de ellos fue retirado bajo la "acusación" de contribuir a la cosificación de cuerpo femenino. La Manchester Art Gallery ha sido quien ha tomado la medida, aunque, advierten sus responsables, es algo temporal que no se hace con voluntad censora sino para contribuir al debate sobre las formas en que se exhibe e interpretan las obras de arte en las colecciones públicas de museo. Es decir, que no se quiere poner un velo sobre determinados lienzos sino invitar a una reflexión sobre el papel pasivo del sexo femenino en parte de la historia del arte y en la condición de mujer fatal que pueda acompañar su representación. En definitiva, que el ideal de belleza femenino ha estado siempre custodiado por punto de vista exclusivamente patriarcal. Además, y para rebajar tensiones, se advierte que el mismo acto de la retirada forma parte de una obra de arte que se exhibirá próximamente en una muestra de la artista Sonia Boyce.

La iniciativa del museo de Manchester no es original (hacer invisible una obra de arte para subrayar determinados mensajes) pero llega en un momento altamente inflamable en el que las acusaciones concretas a poderosos personajes del mundo del espectáculo (Weinstein, Spacey?) se mezclan con iniciativas donde la presunción de inocencia salta por los aires (retirar una estatua de Woody Allen por hechos que ni siquiera llegaron a ser juzgados) o intentos embrionarios de estigmatizar obras maestras de la literatura por su contenido ("Lolita", de Nabokov). Si en Francia ya surgieron voces de artistas e intelectuales que advierten contra los peligros de que las justas y necesarias denuncias de hechos delictivos (violaciones, abusos de poder en cualquiera de sus abyectas manifestaciones) puedan cruzar fronteras que conducen al puritanismo más rancio o directamente a la censura (o su variante más callada, la autocensura) en lo que a las representaciones artísticas se refiere, la iniciativa concebida en Manchester ya divide a los visitantes entre los que aprecian su interés como mecha de un debate necesario y los que se asustan ante los riesgos de abrir las compuertas a la censura pura y dura. Que se sabe cómo empieza pero nunca se sabe cómo termina (¿poniendo calzoncillos al David de Miguel Ángel cuando algún grupo social considere que se utiliza el desnudo masculino como reclamo?).

El arte actual y el arte del futuro ya no corren peligro de estar dominados en exclusiva por la mirada masculina. El asunto a discutir es otro y excede ampliamente las dimensiones que pueda alcanzar un debate como el esbozado en Manchester: ¿qué hacemos con las obras maestras sexistas de la literatura, el cine, la música, la pintura o la escultura? ¿Hay que borrarlas y correr un tupido velo sobre trabajos geniales de El Bosco, Goya, Hitchcock o el Marqués de Sade? ¿Acabaremos considerando, como Facebook, que el cuadro genial "El origen del mundo" (1866), de Courbet, que abre un sexo femenino sin tapujos, no es arte sino pornografía? Y por elevación, ¿habría que exigir en algún momento de apoteosis de lo políticamente correcto la destrucción de clásicos del cine de John Ford por racismo o machismo?

Lo que sí matizan las voces más lúcidas y mesuradas es que se impone fomentar políticas de mayor igualdad en todos los terrenos de las artes y, por ende, en los museos, lo mismo que hay que demandar en la industria del cine, la moda o la música. En definitiva, el arte fue, es y será siempre un espejo que refleja en gran medida la sociedad en la que es creado. Y romper espejos del pasado porque no nos gusta lo que muestran es empobrecernos como seres humanos. A todos. A todas.

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