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Pablo Castaño

El Gobierno heleno de izquierdas cumple las imposiciones de Europa

Pablo Castaño

Tsipras rescata a Grecia sin sus recetas

¡Bang!. El disparo sonó en todo el mundo. El 4 de abril de 2012, el farmacéutico jubilado Dimitris Christoulas, de 77 años, se pegó un tiro en la sien frente al edificio del Parlamento en Atenas. "No veo más solución que poner fin a mi vida de esta forma digna antes de tener que rebuscar comida entre la basura para poder subsistir", escribió en una nota antes de apretar el gatillo. El disparo restalló con un mensaje global: la situación de los pensionistas griegos es como para pegarse un tiro.

En aquellos tiempos el Gobierno de Lukás Papadimos ya había ejecutado fuertes recortes en las pensiones tras aprobar la eurozona el segundo rescate de Grecia. Los más perjudicados habían sido los jubilados con las pensiones más bajas, aunque el gasto en estas prestaciones alcanzaba el 17% del PIB (frente al 10% de España, por ejemplo). Más tarde llegaría el plan de austeridad del Ejecutivo de Andonis Samarás y después la promesa de Alexis Tsipras de acabar con los recortes a las pensiones más bajas. Fue clave para la victoria electoral del izquierdista radical, conseguida tras aquella campaña que finalizó en la ruidosa plaza ateniense de Omonia con un abrazo con Pablo Iglesias. "El cambio en Grecia se llama Syriza", había proclamado Iglesias antes de lanzar al aire su coletilla: "¡Podemos!".

El partido nacido en Exarchia (el barrio que durante décadas fue el bastión anarquista de Atenas y en el que los bancos ni se atrevían a abrir sucursales) pasó a ocupar la parte más noble del antiguo palacio real. Conquistó la plaza Sintagma, que tiene en un extremo la sede del Gobierno y en el otro uno de los símbolos del capitalismo: el McDonald´s.

Meses después de la victoria electoral, Tsipras acabó aceptando un tercer programa de rescate de Grecia con unas condiciones más duras que las que habían sido rechazadas por sus votantes y desde entonces ha seguido al dedillo las directrices de la Comisión Europea, del FMI y del Banco Central Europeo. Su política económica real dista mucho del recetario de partidos como Podemos. Con Syriza en el Gobierno, Grecia ha progresado en el recorte del gasto en pensiones, se han subido impuestos, se han eliminado ayudas clientelares, se han privatizado servicios públicos como los aeropuertos regionales, se han introducido reformas laborales, se han legislado facilidades para que los bancos embarguen y palien su alta morosidad?

"Aceptamos las reformas estructurales, pero no la austeridad", matizó Tsipras en un reciente encuentro con periodistas internacionales. Más allá de los términos, lo cierto es que Grecia está superando los objetivos de superávit, que la economía vuelve a crecer (el 1,6% en 2017 y se espera el 2,5% para este año) y que baja el paro, aunque la tasa aún está en el 20%, por encima del doble de la media de la eurozona. A seis meses de que finalice el tercer plan de rescate, el país heleno, al que muchos daban por muerto, se prepara para dejar la bombona de oxígeno y librarse de ese protectorado europeo que le ha guiado hacia la salida del túnel. Ya ve la luz pese a tener un pesado lastre: una deuda del 180% de PIB.

La mejora económica conseguida con las recetas de la troika es el triunfo que Tsipras puede presentar a su electorado. También es cierto que el recorte de las pensiones más bajas se detuvo, pero la situación de Dimitris Christoulas no sería hoy mucho mejor que la de hace siete años, cuando apretó el gatillo bajo un ciprés de Sintagma.

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