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Millas

El trasluz

Juan José Millás

El asunto arde

La fuerza del periódico frente a la televisión

Ver en la tele la corrupción hiere menos que leerla en el periódico. Francisco Granados, por poner un ejemplo reciente, funciona en la pantalla a modo de un espectáculo tragicómico que no produce ni de lejos la repugnancia que libera en la letra impresa. Lo mismo podríamos afirmar de "El Bigotes", de Correa, de Costa y, en fin, de todo ese desfile de expolíticos y políticos en activo que atraviesan la pasarela de la actualidad con la suela de los zapatos llena de mierda. La mierda huele más cuando se lee que cuando se ve. Coger un buen artículo sobre la declaración judicial de este o aquel y leerlo despacio, por la mañana, mientras el mundo se pone en marcha, provoca una extrañeza que te deja tocado para el resto del día. Cuando después de comer ves lo mismo en el telediario, te da la impresión de que a lo mismo le hubieran echado un poco de agua, como hacían en la antigüedad los ganaderos desaprensivos con la leche y los taberneros sin escrúpulos con el vino. Y no es culpa de los profesionales del medio, sino de que en la misma pantalla donde disfrutamos de una gran película de John Ford, se instala media hora más tarde un programa basura. Por eso tampoco es lo mismo ir al cine que ponerse en casa un DVD. Si el papel higiénico se utilizara indistintamente para el uso para el que fue concebido y como servilleta, ¿nos limpiaríamos tranquilamente la boca con él? Seguramente no.

"Era mejor la novela", suele afirmarse de las películas basadas en una obra literaria. Era mejor la página de sucesos del periódico que su versión televisiva, podríamos decir para hacernos entender. Somos capaces de comer un filete con patatas mientras por la tele pasan las últimas imágenes de un terremoto con decenas o centenares de muertos. Lo hacemos de forma habitual. Pero el otro día, mientras leía en la prensa escrita una crónica sobre las sucias declaraciones de Granados, he tenido que apartar la taza de té, pues cada sorbo me sabía a veneno. La palabra escrita produce cierta resistencia, de ahí que cada día se lean menos periódicos de papel (de los digitales se leen sobre todo los titulares), pero cuando vences esa resistencia, la realidad se manifiesta como si te hubieras colocado unas gafas de aumento. El asunto está que arde.

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