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Compromiso Asturias XXI

Llevemos el paraíso

El potencial turístico de la región

Cuando uno mira desapasionadamente la relación entre la geografía de los territorios y el carácter de sus gentes, parece evidente que lo primero condiciona lo segundo. Así, los fenicios, situados en el actual Líbano -enclave de comercio entre el rico Mediterráneo y el Imperio Persa-, inventaron el comercio y lo elevaron a la categoría de arte. Primos hermanos de éstos son los italianos, bendecidos por 7.600 kilómetros de costa, que son objetivamente maestros del intuir qué productos gustarán y de cómo refinando y acotando la oferta se puede hacer de algo terrenal un producto de lujo.

Ejemplos contrarios no faltan. Miremos a los corsos, gente ruda encerrada del mundo por abruptos acantilados y entre sí por montes que incomunican los valles donde moran. También los mongoles, incapaces de salir de su trashumancia, pues todos sus esfuerzos se ven concentrados en superar el viento frío que barre la estepa.

Asturias, región paradisiaca y puñetera es una paradoja mayúscula: cerrada a intercambios comerciales con el exterior por un mar bravo y una afilada Cordillera Cantábrica, ha mantenido su autenticidad permeando a su vez las costumbres con las hordas de asturianos con el petate al hombro que volvían después de años de nostalgias trayendo lo mejor del Nuevo Mundo.

Tierra de pastos fértiles y aguas llenas de peces, con un clima oceánico que suaviza las temperaturas en las cuatro estaciones del año; mezcla de mar y montaña, de sofisticado aire urbanita y alma de pueblo: un lugar donde uno puede esquiar por la mañana y hacer surf por la tarde, o disfrutar de una espicha al atardecer y enfundarse en el esmoquin para ir a la ópera de noche.

Es lo nuestro un tesoro escondido que, con la llegada de la cuarta Revolución Industrial, se ha ocultado aún más.

Son loables iniciativas como la campaña de marketing "Vuelve al Paraíso", pues conectan a la cuna con los emigrados y estimulan la nostalgia que empuja a volver. También traen un turismo nacional de fin de semana antaño inexistente.

Esto, sin embargo, es insuficiente. Mientras nosotros nos centramos en un turismo de bajo poder adquisitivo, otras comunidades autónomas están explotando mejor las nuevas tecnologías de segmentación publicitarias, llegando a un público con capacidad de compra más alta. Con nuestro potencial, las calles tendrían que estar llenas de sibaritas de la comida ecológica americanos, de apasionados de los deportes extremos japoneses y coreanos, de austriacos amantes de la ópera o neozelandeses con hambre de una buena fiesta de "prao".

Tenemos el producto y la orografía ya no nos encierra en esta esquina bendecida de la Península Ibérica. No podemos permitir los trenes lleguen vacíos y se vayan llenos. Démosle la vuelta a la tortilla. Llevemos el paraíso.

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