Alejandro Mieres ha sido uno de los artistas contemporáneos asturianos más importantes de las últimas seis décadas. Formado entre 1946 y 1951 en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, tuvo una primera etapa influida por el surrealismo daliniano y el expresionismo de Gutiérrez Solana, que pronto dejó atrás en aras de un postcubismo mediterraneísta heredero de Vázquez Díaz. Pero fue a partir de la década de 1960, coincidiendo con su llegada a Asturias, cuando Alejandro Mieres comenzó a fijar su discurso abstracto característico, de gran fortuna crítica, articulado en torno a una fórmula de fuerte impronta matérica. En ella, uno de los hitos de la modernidad, junto con la retícula, como fue el monocromo, aflora con especial contundencia, empleando dentro de la misma composición una suerte de óleo magro estriado mediante un peine dentado y pigmento alisado gracias a la utilización de la espátula. Y todo ello en una tensión resuelta en un perfecto equilibrio, como se produce también en el juego con los distintos niveles que pueden extraerse del soporte, la investigación en torno a la vibración óptica y el movimiento virtual de la composición, la captación de una luz que resbala por las zonas planas o queda atrapada en las hendiduras y la introducción en ocasiones de objetos de carácter tecnológico o industrial, así como de cantos rodados que refuerzan la vinculación de esta obra con la naturaleza y lo telúrico.
A ello hay que añadir su papel como aglutinador de decenas de artistas que acudían a beber de su magisterio, así como su conciencia profesional y activismo político, que demuestran que el artista se preocupó por trascender los límites de su estudio e imbuirse en toda problemática social.
El Museo de Bellas Artes de Asturias cuenta con una importante colección de pinturas y dibujos de este creador.
