El anuncio de la ofensiva comercial señalada en el plan de empresa del puerto del Bilbao para captar nuevos tráficos a costa de reducir el precio de las tasas portuarias que aplica la principal dársena del norte de España va a obligar al resto de autoridades portuarias del ámbito cantábrico a permanecer vigilantes y a plantear medidas que blinden sus propios tráficos de la amenaza bilbaína. La flexibilización del modelo tarifario que la ley contempla para que cada puerto pueda adaptarse a la realidad económica permite a cada Autoridad Portuaria establecer coeficientes correctores diferentes, lo que fomenta la competitividad leal de los puertos españoles entre ellos. Como quiera que los puertos españoles de interés general, como son los de Gijón y Avilés, basan su gestión en el principio de autosuficiencia económica, tienen en su mano modular el importe de las tasas y tarifas que cobran para obtener los ingresos necesarios que garanticen su viabilidad. Lo que supone que no existe un importe uniforme de precios para todo el sistema portuario.

Pero no todos los puertos pueden reducir las tasas a su gusto para competir en igualdad de condiciones con las dársenas de su entorno. Para ello, es obligatorio haber obtenido beneficios en los tres años precedentes. Si en esos tres años, por contra, los puertos han sido deficitarios, están obligados a subir las tasas, lo que le ocurrió a El Musel al finalizar las polémicas obras de ampliación. Por fortuna, el puerto gijonés lleva ya dos ejercicios sin números rojos, lo que le permitiría pronto, si así lo estima, reducir también sus tasas. El sistema tiene algo de pernicioso por cuanto premia a los puertos más poderosos, a los que más beneficios obtienen, como el de Bilbao, y penaliza a aquellos que no cumplen sus objetivos económicos, a los que obliga a encarecer sus precios.

Resulta poco creíble que la reducción de las tasas en el puerto vasco vaya a espantar de Gijón a empresas asturianas habituales de El Musel, pues lo que se ahorrarían en precios portuarios lo gastarían en costes logísticos añadidos por el transporte. También es impensable que el gran negocio de El Musel, los tráficos cautivos de la siderurgia y el carbón para las térmicas, vaya a perderse, ya que resultaría inviable su transporte por carretera desde el puerto bilbaíno.

El Musel tiene que hacer frente a la nueva amenaza buscando nuevas líneas regulares para ser más competitivo y para consolidar y elevar su récord de contenedores, más de 73.000 unidades el pasado año. Eso sólo se consigue acaparando más mercancía. De ahí que el sector portuario asturiano clame, como claves para la consolidación de sus números positivos, por el tráfico de mercancías por la Variante de Pajares, la reapertura de la autopista del mar Gijón-Nantes y la retirada del peaje de la autopista del Huerna. Cuantas más toneladas mueva la dársena gijonesa, mayor interés tendrán las navieras por incluir a El Musel en sus rutas.