Los automovilistas y transportistas asturianos, para desplazarse a Madrid por unas vías a la altura de los tiempos que corren, necesitan utilizar tramos de peaje con los que salvar la cordillera Cantábrica y la sierra del Guadarrama. Hay recorridos libres alternativos, pero por carreteras de poca calidad para las demandas de seguridad actuales. En realidad, todas las comunidades del Norte, con la excepción de Cantabria, tienen que pagar para realizar el mismo itinerario, sólo que la penalidad es doble en el caso de Asturias porque el recorrido desde la región transita por las autopistas más caras de España. Por si fuera poco, la gasolina alcanza aquí, por motivos nunca aclarados, el mayor precio de la Península.

Cuando España era un país en vías de desarrollo y carente de una estructura fiscal moderna, el impulso a las infraestructuras urgentes fue posible gracias a la inversión privada. Es decir, a costa de sacrificar a los usuarios obligándoles a pagar para realizar viajes cómodos y a base de otorgar concesiones eternas a los inversores para que rentabilizaran sus desembolsos. Para "socializar" las comunicaciones, los primeros gobiernos del PSOE inventaron las autovías, carreteras con doble calzada como las autopistas, pero con menos requisitos sobre enlaces, accesos, radios de curvas o anchura de la mediana. En suma, más baratas de construir y gratuitas.

Los distintos criterios políticos, según la época y la capacidad inversora del Ministerio de Fomento, han acabado por consolidar una red de itinerarios libres y de pago muy desigual a lo largo y ancho del territorio. El Norte, particularmente el Noroeste, y el Este, llenos de kilómetros con canon. El Sur, prácticamente exento. Carece de sentido establecer una comparativa de agravios. El Gobierno acaba de diluir un peaje en la circunvalación de Vigo después de años de quejas ciudadanas. Los asturianos, en cambio, nunca necesitaron pagar para circular entre Oviedo, Gijón y Avilés por una "Y" pionera. Sí tuvieron que hacerlo para disfrutar antes que otros de una puerta hacia la Meseta. Los gallegos, condenados a esperar, lograron luego dos autovías abiertas con las que dar ese salto.

Para viajar entre Asturias y Madrid en un turismo sin tener que aventurarse por el Pajares ni el Alto de los Leones, no queda otra que utilizar 156,4 kilómetros de autopistas y gastar 25,65 euros. A los gallegos desplazarse al mismo destino les sale por 12,50 euros, los del paso entre Villalba y Adanero. Partiendo de Bilbao, el itinerario cuesta 23,20 euros. Navarra y La Rioja aún no cuentan con autovía directa, un centenar de kilómetros hacia la capital española transcurren por nacionales todavía sin desdoblar, pero incluso con un rodeo el trayecto sale más barato que desde el Principado. En el Norte, sólo cántabros y aragoneses están en condiciones de completar sin tasas el recorrido.

Lo normal en el oriente de Asturias ya es salir por Cantabria hacia la capital de España. Además de la ventaja de un trazado sin peajes, menos sinuoso y de desniveles benignos, repostar en la vecina comunidad trae cuenta. Ya hay muchos asturianos de concejos próximos que lo hacen en su vida diaria. La gran diferencia de precio compensa el rodeo hasta los surtidores. Aquí se paga el litro de gasolina más caro de la Península. En parte por el llamado "céntimo sanitario", anulado por la UE y vuelto a colar por la puerta de atrás. Aunque no únicamente. ¿Peculiar reparto de un mercado cautivo, logística complicada, carencia de un oleoducto, altos márgenes comerciales? Nadie determina con exactitud la causa de la excepcionalidad. Un lastre para la región porque la carretera casi monopoliza ya el transporte de mercancías y su uso crece por el incremento del reparto asociado a las entregas del comercio electrónico.

A la hora de afrontar inversiones públicas, las de Asturias siempre le parecerán al vecino, y al ministro de turno, exageradas por el desafío a la ingeniería que representan. Pero nadie puede culpar a los asturianos de su orografía endiablada. Los moradores del Principado tienen el mismo derecho que el resto de los españoles a un trato justo que les permita jugar la partida en idénticas condiciones que sus competidores nacionales. Sin ventajas para nadie, ni cartas marcadas, ciudadanos iguales.

En una España cainita y victimista, predispuesta a olvidarse con facilidad de lo propio para envidiar lo ajeno, conviene recordar que los asturianos no disfrutan en infraestructuras de privilegio alguno. Pagan con cánones y sobreprecios en los carburantes una parte de los servicios que reciben, aun corriendo el riesgo de comprometer la eficiencia económica de sus bienes y producciones. ¿Son esas cargas y recargos adecuados o innecesarios, evitables o imprescindibles? No se trata aquí de juzgarlos, sino de constatar su existencia, de dejar patente que suponen un gran esfuerzo -del que contribuyentes de otros lugares quedan exentos- y de hacerlos valer para lograr equidad en la distribución de recursos y justicia en el reparto de responsabilidades cada vez que alguien arroje sobre la mesa las balanzas territoriales.