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Economista

Reflexiones irreverentes sobre el bable y la cooficialidad

La fuerza de las ideas frente a los intereses en la política lingüística asturiana

Aparentemente por sorpresa aunque quizás con una intencionalidad nada casual en la elección del momento, irrumpe en la agenda cívica y política asturiana, la cuestión recurrente del bable y la cooficialidad, añadiendo así un tema escabroso a la ya precaria estabilidad política de la región, más necesitada de acuerdos que de cuestiones que parece que pueden generar, aún, más división habida cuenta del enconamiento de las posiciones que mantienen los diferentes grupos políticos.

Mucho me temo, además, que puede convertirse en un hecho adicional que avive la controversia en el seno de la propia sociedad, dado que a pesar de las discutibles estadísticas que se manejan -de las que sería conveniente conocer, al menos, el universo muestral y su estratificación, la metodología utilizada y la formulación de preguntas elegida- no parece existir una demanda social solvente y suficiente que obligue a una toma de posición por parte de los poderes públicos, más allá del razonable y conveniente conocimiento informado del estado de la cuestión en la sociedad.

De momento, aunque sabemos que la naturaleza del tema presenta un potencial de aceleración extraordinaria, nos encontramos en un periodo de aparente "calma chicha"; la polvareda en los medios de comunicación es escasa y sólo subterráneamente, en tertulias, comidas o reuniones ocasionales y en algún acto preparado "ex profeso" se debate la cuestión, sin que falte el acaloramiento.

Nos encontramos, a mi juicio, en una situación de tensa espera; los partidos políticos amagan pero se mantienen en una situación "in vigilando", tratando de ganar tiempo a fin de acomodar los escasos principios que aún se mantienen en vigor al resultante de la manifestación informada de los sectores más combativos de la sociedad, expresada a través de los medios de comunicación social. Y es precisamente a ese objetivo informativo al que me gustaría contribuir con mi modesta reflexión.

Por lo que escucho y leo, los comentarios espontáneos sobre el bable y la cooficialidad se centran mayoritariamente en su coste de implantación, los costes de oportunidad del gasto a incurrir medidos en la renuncia a inversiones para objetivos alternativos más demandados por la sociedad, en la identificación de los supuestos lobbies que supuestamente se encuentran detrás de la iniciativa, en el uso impropio de un instrumento de comunicación como la lengua para objetivos espúreos, etc. Cuestiones, todas ellas, de gran interés y de necesario y exigente esclarecimiento que, sin embargo, soslayan, a mi juicio, las reflexiones previas que es necesario plantear ante una decisión de tal calado.

La primera consideración, a modo de inventario inicial, debe referirse al estado actual de las hablas -dado que no podemos referirnos a un "corpus" unitario: bable, asturiano, etc.-, su situación actual y el sentido de crear "ex novo " a partir de lo existente una arquitectura lingüística, así como sus efectos sobre la pervivencia de los ricos y apreciados materiales dispersos y fragmentarios que se conservan y usan en innumerables aldeas y lugares de nuestra geografía.

No sería difícil concluir y dar fe de las dañinas consecuencias de crear una lengua prefabricada para las diferentes hablas que componen nuestro riquísimo, por variado, patrimonio lingüístico.

Como dialecto del latín, como el castellano, el denominado bable, su pervivencia y desarrollo, corre parejo como todas las lenguas, con los sistemas político-institucionales a los que sirve y de quienes, a su vez, obtiene la posibilidad de evolucionar y así de sobrevivir.

Así, la progresiva pérdida de relevancia política del Reino de Asturias en el largo proceso histórico de la denominada "Reconquista" y posteriormente la desvinculación e indiferencia de la burguesía industrial asturiana de la lengua, su desinterés por una mínima tarea de sistematización y codificación, ha impedido el proceso evolutivo de las hablas y su conversión en un vehículo de conocimiento, expresión y comunicación de un mundo económico, social y tecnológico que cambió radicalmente las costumbres y el modo de vida de Asturias.

Además, la fisiografía, con una comunicación más permisiva norte-sur, siguiendo el cauce de los ríos y una enorme dificultad para los intercambios trasversales, reforzó la incomunicación y la autarquía, fermento para la preexistencia de una multiplicidad de hablas locales con diferencias lexicográficas, fonológicas, etc., configurando un extraordinario mosaico lingüístico de gran capacidad expresiva para describir la sociedad tradicional y sus costumbres, vida cotidiana, actos festivos, etc., lo que explica la riqueza del léxico vaqueiro y pastoril, la toponimia comuñera, la precisa descripción de enfermedades comunes del mundo rural, la matanza, entre otros, y, paralelamente su incapacidad descriptiva sobre la sociedad industrial moderna.

Por estas razones, no fue posible consolidar una lengua asturiana, hablada, escrita y literaria y el resultado actual es un conjunto de hablas que en expresión de Josefina Martínez Álvarez: "...carece de rasgos diferenciados suficientes, en cantidad y calidad, para establecer una modalidad románica totalmente autónoma del español". ("El Basilisco", 1990).

Una coexistencia histórica de diversas formas de hablar y no solo la canónica distinción de las tres variantes: asturiano del centro, occidental y oriental, sino de una aldea a otra, de una parroquia a otra, así como los desbordamientos limítrofes: de Navia al Eo, en el Oriente y hacia el Sur, muestran la permeabilidad de las lenguas que no entienden de límites administrativos.

Esta riqueza se encuentra hoy en peligro. Releyendo a Alvaro Galmés, entresaco, por el valor testimonial de su autoridad, algunos párrafos, intencionadamente escogidos, de sus escritos sobre el bable: "... la grandeza en la fructífera variedad que abre caminos de comprensión y liberaliza la mente", "Desde la Edad Media coexisten el castellano y el bable y este sucumbe frente al anterior", "Al tratar de imponer, artificialmente, un bable normalizado al castellano, además de destruir la riqueza de los propios bables, produce un espontáneo rechazo en razón de la mayor rentabilidad del español", " La enseñanza del bable resulta, sin duda, por un lado inconveniente y, por otro inviable". ("El Basilisco", 1989).

La artificiosidad uniformizadora se convierte, así, en una amenaza real que en aras de imponer un bable normativo va a laminar la riqueza lingüística y cultural que aún se conserva en los múltiples bables locales.

Una pretendida lengua, construida "ex novo", producto del consenso entre variedades dialectales en horas de despacho, ajeno al trabajo de campo para la conveniente recolección fonográfica por las aldeas y lugares del mundo rural ( algo que si ha hecho el legendario Joaquín Díaz, recopilador de ecos y vestigios del cancionero popular castellano), primando el principio etimológico sobre el fonológico, solo puede producir un trampantojo lingüístico, irreconocible en el mundo rural y atentatorio hacia quienes en la singularidad de sus expresiones, giros, elementos fonéticos, etc., a veces de difícil traducción al castellano, expresan emociones vívidas, experiencias singulares, asociadas íntimamente a ese habla en su particularidad y que, como mínimo, debería merecer el respeto del pretendido unificador.

Que el proceso tiene poco de casual se desvela en una rápida lectura del artículo de Otto Winkelmann, "Sobre la estandarización de las lenguas minoritarias en España" ("Lletres Asturianes", 6; 1994) en el que se diseña la estrategia a seguir para alcanzar la cooficialidad: primero, procurar la estandarización, es decir la búsqueda de un modelo más o menos uniforme (supradialectal); escoger una variedad que ocupe una posición lingüística media respecto a la variedad global del conjunto (por ejemplo, el habla de Oviedo para el asturiano). Precisamente, como en el caso asturiano ya existen los elementos más importantes de la estandarización: "Las Normes Ortografiques y entamos de normalización" (1981) y el "Diccionariu de la Llingua Asturiana" (1988), se dan las bases, continua Otto Winkelmann, para pasar a la siguiente fase, dado que "...la estandarización por si sola no es suficiente para salvar las lenguas minoritarias: si la planificación lingüística desea tener éxito a la larga se deben crear los requisitos legales para la supervivencia de estas lenguas en una sociedad moderna".

Así que, en esas estamos, a las puertas del ataque final: de la estandarización a la implementación, Ahora la pelota se encuentra en el área del poder político.

Uno de los más grandes economistas de nuestro tiempo, J. Maynard Keynes, en una memorable sentencia, afirmaba el gran poder de las ideas frente a los intereses y recordaba, con ironía no disimulada, que en innumerables ocasiones los hombres prácticos que se creen inmunes a toda influencia intelectual suelen actuar, sin ser conscientes, prisioneros de las ideas del algún economista difunto.

Releer a Gustavo Bueno, Emilio Alarcos y Alvaro Galmés, entre otros, constituye en estos tiempos de zozobra, una labor altamente higiénica y enriquecedora, entre tanta falta de cordura y oportunismo. Y me resisto a aceptar que el legado de sus investigaciones a través de alumnos y discípulos puedan quedar al margen del combate dialéctico que se avecina.

Espero, con Keynes, que la fuerza de las ideas se imponga a los intereses y que los poderes públicos no se dejen llevar por veleidades desvinculadas de ideas y principios que además de producir dudosos réditos electorales nos encaminen por una senda de retorno complejo y de orientación impredecible.

Asturias mantiene, en estos momentos, una compleja agenda de problemas estratégicos para el futuro de la región y largamente preteridos. De su correcto planteamiento y solución depende nuestro futuro. Cito algunos de los más relevantes: la comunicación ferroviaria con la meseta, la desperificación regional a través de la mejora de la conectividad aérea y marítima, el área metropolitana central, la despoblación y el derrumbe del mundo rural, la definición de un marco energético estable, la formación dual, la transición medioambiental y su regulación, etc. y en un marco más general la necesidad de atajar el imparable y doloroso proceso de desigualdad social que amenaza con desestabilizar nuestra sociedad. Desde el mundo de las ideas creo que lo que menos se necesita en estos momentos con una agenda pública y social tan compleja es incorporar un tema que aparte de consumir recursos va a generar, indubitablemente, división, enfrentamiento e incomprensión.

Es el momento de la política.

Estaremos atentos.

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