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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Franco y los patos

Por unas razones u otras, algunas nobles, otras más espurias, se detecta un siniestro empeño por desenterrar a Franco. Incluso físicamente, como aquéllos que pretenden dar con su calavera fuera del mausoleo del Valle de los Caídos, según proposición no de ley aprobada por mayoría el pasado año en el Congreso de los Diputados.

También en Galicia, lugar natal del finado, se ha desatado una corriente política favorable a que los herederos del que fuera Generalísimo devuelvan el pazo de Meirás, que perteneciera a la condesa de Pardo Bazán, doña Emilia, la prolífica escritora, que fue quien diseñó el fastuoso inmueble, de notables torres y clásica hechura. Los que acaudillan esa petición reclaman que el pazo sea devuelto al patrimonio público, al conocer que los hijos de Carmen Franco han puesto a la venta el edificio, al precio de ocho millones de euros, en una conocida inmobiliaria de Santander.

Se cuenta una anécdota que tiene que ver con el noble edificio y con el siniestro inquilino, y que ocurrió en una de las visitas veraniegas de los Franco a Meirás. El dictador llegó al lugar y vio que unos cuantos patos deambulaban por el jardín. "No me gustan los patos: se van", apuntó displicente a sus acompañantes. Uno de los notables del séquito respondió: "No se preocupe, Excelencia, no se irán, les hemos cortado las alas". "Se van igual", insistió el entonces jefe del Estado. Y su interlocutor, con ánimo de no contrariar al férreo mandamás, insistió. "Si se da ese caso, Excelencia, se las cortaremos aún más". Hasta que Franco estalló: "Que se van; que se cagan, coño". Y se hizo entre los presentes un terrible silencio.

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