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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

El principio de Arquímedes

Como el estrés me acosa últimamente y me impide dormir a pierna suelta, el otro día acudí a una conferencia en la que la ponente, con coloridos atavíos de hippie en su vestimenta "power flower", aseguró que lo importante para la tranquilidad del espíritu es "que todo fluya". Y se refirió al "flow", supuestamente un estado de ánimo en el que la persona queda totalmente absorta en su propio placer y disfrute, de manera que parece, según la gurú de marras, que el tiempo vuela y los pensamientos se suceden con una tranquilidad pasmosa. Y los pajaritos cantan y las nubes se levantan, pero tú te encuentras como en el paraíso, aislado de los problemas y de las preocupaciones.

Ayer, en una deliciosa comida de amigos en la que celebramos el cumpleaños de un dilecto empresario gijonés, alguien del sexo masculino le dijo a alguien del sexo femenino que con sus lecciones de golf la iba a "poner a flotar". No hace falta ser retorcidos ni hacer lecturas equivocadas: poner a flotar a alguien no suponía en este caso el ejercicio de sinonimia de poner a nadie mirando para Cuenca. A mí se me vino de inmediato a la cabeza el "flow", ese torrente de energía psíquica que fluye sin esfuerzo y te evita preocupaciones. Nada que ver con ir de "caddie" y traducir, sobre una pradera de hoyos, que alguien te espete: "Pásame un sand wedge, que tengo que sacar la bola del búnker".

En lugar del "flow", del fluir y del flotar, es preferible optar por el principio de Arquímedes, según el cual todo cuerpo sumergido en un fluido experimenta un empuje hacia arriba igual al peso de fluido que desaloja. No existe más aparente nirvana que hacerse el muerto, panza arriba, sometiéndose, en absoluto estado de relajación, al escrutinio de las olas en San Lorenzo.

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