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Cosas de Salónica

La legalización de la ordinariez o cómo un presidente de un club de fútbol griego salta al campo con una pistola y amenaza al árbitro

Se suspende la liga griega. El presidente de un club saltó al campo con una pistola. Está claro que el deporte no termina de consolidarse del todo como herramienta de armonía entre las gentes y todo eso que nos cuentan. En un rapto de amor a los colores, el presidente del PAOK saltó al prau para defender sus argumentos. Coincide eso con la muerte del diseñador que creó el traje que Audrey Hepburn lleva en "Desayuno con diamantes". El buen gusto, ahora tan opinable y tan incómodo -y tan subversivo- no hace más que llevarse un palo tras otro. Ahora los diamantes de Audrey son reemplazados por el arrebato del empresario griego, que deja una imagen aleccionadora para los sociólogos desocupados. En realidad, todo es una cuestión de ruido. Se juega mucho más al fútbol ahora que antes, oyes decir. El Sporting de antaño no se comería un rosco ante los voluntariosos hiperatletas de la actualidad. Quizás. Lo que es seguro es que los gritos incendiarios con los que te dicen peligroooo cuando un delantero pisa el área ponen mucha salsa en la recepción del juego. No es que ahora lo hagan mejor, es que quien nos lo cuenta grita más. En ese oscuro pacto social que legaliza la estridencia, no tiene nada de extraño que un presidente amoroso salga al campo armado. Su equipo se ha apresurado a apoyarle: deporte puro. Team work. Puedes quedarte en casa y ver el DVD en el que Audrey Hepburn entona un silencioso himno contra la ordinariez, esa simpática virtud de la que los gobernantes españoles no pueden prescindir porque se sienten en riesgo. La legalización de la ordinariez le sale cara al legalizador; la criminalización del buen gusto acaba generando masas de votantes ingratos que no premian a quien en su día legisló para la fealdad. Cría cuervos, dicen en alguna atribulada sede política y con razón. Los cuervos son ingratos. Ahora los medios condenarán el exceso del mandatario griego como diciendo bueno caray, esto no. Queremos aborregaros, ciertamente, pero no queremos que se nos vaya la mano hasta el punto en que un hombre salte al campo con una pistola. Los medios deportivos no cejan en sus pedagogías; vamos a escuchar el himno nacional de Cataluña, decían en el Plus del zapaterismo como queriendo instruirnos desde arriba en la compleja realidad del Estado: les salió de cine. Así que el buen gusto va quedando en el rincón de los castigados y los presidentes futboleros dan ejemplo de valor con una pistola en la mano. Solo sobra el arma, desde luego, la bronca es sanísima. Eso nos querrán decir. Es bueno que el deporte siga manteniendo su dimensión individualista. La persona más despreciable que conocí en mi vida trabajaba en chándal. Negro Givenchy: qué lección.

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