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Abogado

Acotaciones de un modesto lector

Siempre he sido un entusiasta admirador de la figura del cronista parlamentario. En ella se aúnan dos de mis pasiones: el gusto por la buena literatura y mi devoción, ya confesada en escritos anteriores, por el parlamentarismo como institución clave de la cultura política occidental. Con estas premisas, no es de extrañar que, a lo largo de todos estos años, haya pasado muy buenos momentos leyendo las "Impresiones parlamentarias", aquella sucesión de artículos que comenzó Azorín en 1904 en el diario "España" y que se prolongarían durante las siguientes dos décadas; periodo, éste, en el que el elegante autor alicantino fue testigo de excepción de los avatares parlamentarios, en su doble condición de periodista y de diputado a cortes en las filas del conservadurismo "maurista". O las insuperables "Acotaciones de un oyente", obra de ese coruñés universal que fue Wenceslao Fernández Flórez y en las que retrata, con esa retranca suya tan gallega, las Cortes de la última etapa de la Restauración y de la II República (inolvidable, aquí, el artículo de la serie, publicado en el diario "ABC" del viernes 2 de octubre de 1931, sobre la histórica sesión nocturna de las Cortes Constituyentes en la que se discutía el derecho al voto de las mujeres y que comienza así: "A veces, estas Cortes trazan las mismas eses que un automóvil conducido por un inexperto?"). O más recientemente, las crónicas inigualables del ya tristemente fallecido Luis Carandell, sobre el parlamento en la etapa de la Transición.

Soy de los que piensan que, un buen periodista parlamentario no debe limitarse a ser, sin más, un mero fedatario público de los hechos acaecidos en la vida política de un país; por el contrario, su función debe abarcar, también, una innegable labor pedagógica, a fin de poner en valor, de forma honesta y con una irrenunciable calidad, tanto en el fondo como en la forma, los principios de la cultura parlamentaria y de la democracia.

No obstante, y pese al imprescindible papel de la prensa como contrapoder en los actuales sistemas democráticos, la actitud sectaria de muchos diarios me hace recordar, con demasiada frecuencia, la famosa descripción del periodismo que dio el premier conservador inglés Stanley Baldwin, el cual, ante los furibundos ataques de los dos grandes periódicos de la época, el "Daily Express" y el "Daily Máil", por su postura a favor de una mayor autonomía de la India, pronunció, en un memorable discurso en el Queen´s Hall, aquello de "poder sin responsabilidad, prerrogativa de rameras".

Por eso, cada día más, es de agradecer la insustituible labor de diarios como éste en el que tengo el honor de escribir, manteniendo bien alto el estandarte de un periodismo bien hecho, al estilo británico, con ese aroma añejo y clásico de aquellos "plumillas" que eran, a la vez, unos honestos y sagaces cronistas de la actualidad y unos soberbios escritores, y de los que mis admirados Luis M. Alonso y Andrés Montes son, entre otros, dignos herederos; haciendo honor, una vez más, a esa vieja máxima de que, en nuestro país, el mejor periodismo se hace "en provincias". Que sea así por muchos años.

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