Un conjunto de asociaciones vecinales de Boal ha reunido en sólo una semana más de dos mil firmas para reclamar una conexión digital de calidad para los municipios de la cuenca del Navia. En cualquier otra zona rural de Asturias una iniciativa semejante suscitaría igualmente con rapidez numerosas adhesiones porque, de entre las muchas brechas que separan hoy a los habitantes de los núcleos rurales de los que residen en entornos urbanos, ésa es la más grande y la más incapacitante: la que impide progresar. Para que la desigualdad no crezca irremediablemente entre los asturianos es necesario contar cuanto antes con banda ancha de alta capacidad por cualquier rincón de la región y a precios asequibles.

Hoy existen en el mundo más teléfonos móviles que habitantes. Aunque el reparto sea muy diferente por territorios, hasta a los países menos desarrollados llegan antes las redes inalámbricas que una educación o una sanidad de calidad. La inmensa mayoría de esos aparatos inteligentes navega por internet. Su razón de ser no es tanto comunicar, hacer que las personas hablen entre sí, como abrir una ventana a un espacio atestado de datos y novedades circulando a velocidad vertiginosa. En red y en la red, desde el teléfono o con el ordenador: ése es el modo de trabajar en la revolución digital del siglo XXI, de un impacto mayor que la industrial. O subimos a esa ola o naufragamos.

Asturias vuelve a evidenciar falta de estrategia y la ausencia de una idea de región. Una apatía preocupante. Vanguardia en el despliegue de fibra óptica, el empuje inicial fue desinflándose a medida que la cobertura alcanzaba a las grandes ciudades. Un buen puñado de zonas del Oriente, del Occidente y, paradójicamente, de núcleos de hábitat disperso próximos a la conurbación metropolitana han quedado descolgados. El cableado que el Principado extendió allá donde las empresas privadas no veían rentabilidad presenta lagunas. La gestión de la sociedad pública que tiene encomendada la tarea acabó, además, en los tribunales y motivó una comisión de investigación parlamentaria. Hay ayuntamientos que sostienen por su cuenta, con el esfuerzo de los presupuestos municipales, grupos de antenas para que los operadores oferten a sus vecinos acceso a internet a precios competitivos, y también emprendedores que descubrieron un nicho en la "ciberprecariedad" rural y buscan su propio negocio.

Van consolidándose dos tipos de ciudadanos: lo que están bien conectados y los que no. Un agravio para añadir al catálogo de diferencias injustificables entre los asturianos urbanos y los rurales, porque el abismo abierto por la tecnología también coincide simétricamente con esa separación de ámbitos geográficos. Contar con internet de alta capacidad es determinante no sólo por razones sociales sino también económicas. Los empresarios de los polígonos de Cangas del Narcea y Tineo que pasaron casi tres días durante el temporal desenchufados denuncian numerosas pérdidas al no poder visitar sus catálogos virtuales, ni recibir pedidos y correos de sus clientes o realizar facturaciones.

Los datos son el petróleo de esta era. Un ejército de ingenieros armado con algoritmos -los modelos matemáticos que aplican para detectar necesidades y multiplicar ganancias- los desmenuzan, en ocasiones violentando la privacidad. Aprovecharlos legítimamente con visión económica, integrar las nuevas herramientas digitales, transformar toda esa novedad en valor constituyen los retos para cualquier empresa que nazca ahora, lo haga en una ciudad o en el campo. Desligar la innovación y la creatividad de internet resulta imposible en estos días para crecer, generar productos y servicios atractivos o procesos y soluciones originales.

El secretario de Estado para la Sociedad de la Información, José María Lassalle, desveló la pasada semana en LA NUEVA ESPAÑA que el Gobierno va a desarrollar un proyecto piloto para determinar la capacidad de la tecnología y las redes en la lucha contra el envejecimiento y la despoblación. En ningún lugar puede experimentarse eso mejor que en el Noroeste. Castilla y León, Galicia y Asturias, con vastas comarcas compartidas en sus vértices, de características parejas, son las candidatas perfectas para poner el plan en marcha y obtener conclusiones. Sólo por ahí, rompiendo fronteras digitales y ofreciendo condiciones que igualen a todos en competitividad y oportunidades, comenzará de verdad a remitir la hemorragia demográfica y a sellarse la fractura entre la ciudad y el campo.

Cualquiera desde cualquier punto del medio agrario asturiano tiene que hallarse en disposición de producir para cualquier rincón del planeta. Un imposible sin conectividad. El equivalente a los caminos asfaltados y los tendidos eléctricos de hace treinta años, para franquear el paso a las cubas de leche o instalar ordeñadoras, lo representan hoy las autopistas de la información. Si ya existen pocas personas dispuestas a vivir en las alas por las adversidades que entraña, sin acceso a internet no habrá ninguna. Y menos los jóvenes.