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Expresidente del Principado de Asturias

El Museo de Bellas Artes de Asturias es una joya, sí, pero no basta con decirlo (I)

La precariedad en la que se encuentra una de las pinacotecas más importantes de toda España

Por la calidad y la riqueza de sus fondos el Museo de Bellas Artes de Asturias disputa con su homologo de Sevilla el cuarto o el quinto lugar en importancia entre los museos españoles de Bellas Artes, después, por supuesto, de los museos del Prado, Reina Sofía y de Bilbao, lo que le coloca, claramente, por encima de la inmensa mayoría de los museos provinciales o regionales de Bellas Artes españoles, aunque muchos de ellos sean aparente o mediáticamente, más relevantes o mas famosos, y superen con mucho al museo asturiano en financiación, medios humanos y modernidad de su estructura institucional.

En ese marco de clara excelencia resulta difícil comprender las razones por las que se ha mantenido, y se mantiene, al Museo de Asturias en una tan pública y notoria, como injustificada desde cualquier punto de vista, precariedad de medios presupuestarios y de efectivos personales (por ejemplo, aun hoy carece de conservadores, y es ridícula su nómina de personal de vigilancia, de restauración o de guía, lo que es una vergüenza), algo que se produce, es cierto, en concurrencia con la existencia de un nuevo y hermoso edificio, aunque, ciertamente, este se encuentre aún sin terminar, y falto de servicios e instalaciones esenciales años después de su solemne inauguración, lo que también es otra vergüenza.

Esa penuria de medios materiales y personales determina que sea manifiestamente mejorable la proyección, la presencia publica en términos nacionales, del Museo de Asturias, y que por lo mismo que también esté objetivamente muy limitada su potencial capacidad (que es muy grande) como instrumento de política cultural regional, como factor de educación y de sensibilización artística de la población asturiana, que mucho necesita de ella. Por supuesto, todo eso también afecta a la capacidad del Museo para la atracción de visitantes foráneos, con la consiguiente pérdida de los efectos positivos de arrastre económico que cada vez más tienen en el ámbito turístico los museos sobresalientes.

No obsta a ello el hecho, importante (y menos mal), de que el Museo de Asturias haya contado a lo largo de su historia con directores que se caracterizaron por su buena formación e interés, y que en la actualidad tenga un director de reconocido y creciente prestigio, tanto por sus muchos conocimientos, como por su notable capacidad para sacar el máximo rendimiento a los pocos recursos con los que cuenta para poner en valor ante la sociedad asturiana todo lo que Museo contiene y representa.

En todo caso, por buena que haya sido, y que sea esa dirección, ni pudo, ni puede hacer milagros cada día, aunque algunos haga, como lo demuestra claramente el haber conseguido la inclusión del Museo asturiano en la itinerancia de la espléndida exposición temporal "Arte y Mito: los Dioses del Prado", recientemente inaugurada, que esta producida por la Fundación de la Caixa y el Museo del Prado, en lo que seguramente bastante han tenido que ver las conexiones con la dirección del Prado generadas a raíz, y como consecuencia de la donación de D. Plácido Arango...

Esta situación del Museo de Asturias sorprendía especialmente, y con pena, a quien es, sin la menor duda, el mejor conocedor de la realidad museística española, que dirige en la actualidad el Museo de Bellas Artes de Bilbao, y que durante años ha ejercido con especial acierto la Dirección del Museo del Prado.

Hace poco me comentaba Miguel Zugaza que le parecían ininteligibles las razones del tan distinto trato que daban a sus principales museos la sociedad y las autoridades bilbaínas (y en general, las vascas) y las asturianas, porque, al menos históricamente se podría constatar un cierto paralelismo entre sus actividades e inquietudes culturales, ejemplo de lo cual son las tradicionales relaciones entre sus sociedades filarmónicas, y la intensa conexión y cooperación que han tenido las temporadas de ópera de Bilbao y de Oviedo.

Pero claro está, eso lo decía Zugaza pensando en la sociedad asturiana del pasado, pero, como le dije, en el terreno cultural, en cuanto a este ámbito se refiere: esto es, en orden a la preocupación política, el mecenazgo, las demandas de la sociedad, la capacidad de innovación administrativa y la búsqueda de la excelencia artística, hoy resulta obligado decir que las preocupaciones de la sociedad asturiana del presente y de sus instituciones ya no son comparables a las de sus homologas bilbaínas, aunque tiempo atrás lo fueran.

En mi opinión, el empobrecimiento cultural de Asturias en la actualidad es bastante evidente. Da igual que sea mas o menos profundo, lo cierto es que se ha producido, y que sea cual fuere su dimensión, se trata de algo que cualquier persona con mínima sensibilidad puede percibir. Las razones de esta situación que es, objetivamente poco halagüeña, son complejas y seguramente convendría, pero en otro lugar y momento, hacer un análisis en profundidad de las mismas, aunque adelanto que mucho ha tenido que ver en ello la práctica y relativamente brusca desaparición de las expresiones tradicionales de la burguesía asturiana, que se suman a la reinante hiperpolitización, a la cultura de lo subvencionado y al asfixiante enfeudamiento partidario o corporativo que se ha producido en relación con cuanto "se mueva" en Asturias, dificultando en extremo cualquier iniciativa ajena o independiente a esos poderes y a sus decisiones mas o menos coyunturales.

La manifiesta ausencia de un proyecto cultural estable, asumido como prioritario por la sociedad y las instituciones asturianas, unido a la absoluta predominancia que en el ámbito cultural han alcanzado las burocracias políticas, por desgracia frecuentemente poco doctas, resulta especialmente grave. Y lo es mas cuando, como ocurre en Asturias, nos encontramos en una situación de notoria escasez presupuestaria. La capacidad de expansión fiscal de las administraciones publicas asturianas, muy limitada de por si, hoy está prácticamente agotada. El gasto fiscal asturiano es, además, muy poco elástico, pues se concentra de forma abrumadora en el pago, siempre incremental, de prestaciones sociales, educativas y sanitarias.

Además, por imperativo constitucional, y pienso que afortunadamente, son muy estrechos los límites y las posibilidades para el endeudamiento publico, sobremanera para cubrir gastos corrientes, lo que determina que como condición obligada a la hora de aplicar mas recursos públicos a una actividad, normalmente hay que reducirlos en otro, por mas que no guste oírlo. Sobre esto podría y debería discutirse abiertamente, con rigor técnico y no con voluntarismos milagreros, para que la gente sepa lo que hay, y lo interiorice.

En mi opinión, justamente por no valorar adecuadamente esta situación, es palpable en Asturias la ausencia de un verdadero proyecto cultural regional consensuado y estable en el que estén determinadas con claridad las prioridades de gasto, la distinción entre lo que es meramente coyuntural, de lo que no puede calificarse mas que como banal o que esta claramente fuera de contexto, y lo que, viniendo o no de muy atrás, tiene objetivamente un largo camino que recorrer y exige atención prioritaria y los recursos necesarios para cumplirla.

En el ámbito estrictamente cultural, la inexistencia de un básico proyecto cultural regional, producto del acuerdo, que no sea del PSOE, ni del PP, ni de Podemos, Foro o Ciudadanos, sino de todos y para todos los asturianos, ha sido el caldo de cultivo mejor abonado para el adanismo, los localismos exacerbados, el gasto arbitrario, y hasta del afán gratuito de dejar memoria de mi, mediante proyectos personalizados de imposible enraizamiento social, y también para tener muchas instalaciones culturales, en precario siempre, en muchos casos intrascendentes y ninguna buena del todo.

A partir de estas reflexiones creo que se puede hablar en serio de los problemas del Museo de Bellas Artes de Asturias y de sus posibles, sí, posibles soluciones, a las que me referiré en el segundo de estos artículos.

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