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Xuan Xosé Sánchez Vicente

Ponga, un símbolo

La meritoria labor de quienes tratan de mantener la actividad y la memoria en el medio rural

LA NUEVA ESPAÑA del Jueves Santo. Contraportada. Ana Paz Paredes (magníficos reportajes los suyos sobre pueblos, paisajes y emprendedores) recoge el testimonio de Mariano Hortal Rivero, el último habitante de Biamón, en Ponga, y su voluntad de que el pueblo no muera y no sea consumido por los bardiales.

El periódico recoge también el mismo día el llanto de Marta Alonso, la alcaldesa. "Gestionamos pura miseria", dice ella. Además de las propias limitaciones de la población, la Corporación ha de pagar pufos anteriores, como otros concejos, tal el de Bimenes. Pero, en general, lo que ocurre es que estos ayuntamientos pequeños se enfrentan a un imposible: dar servicios del siglo XXI con recursos que no tienen.

Inevitablemente, la mención del pueblo casi deshabitado de Biamón me lleva a recordar al asesinado por ETA y su entorno, Juan Priede Pérez, al que un monolito recuerda en Taranes. Cuando ese homenaje se erigió, en el 2003, se subió a su pueblo natal, Vallemoru, un pueblo despoblado desde hacía mucho tiempo; en la casa donde nació una viga conservaba escrito su nombre.

No todo son noticias de desolación en concejos como Ponga. Hay gentes que tratan de mantener la actividad y la memoria, como los empresarios y quienes se dedican a la política en esas condiciones más imposibles que difíciles. Entre ellos quiero recordar a mi amigo Javier Rodríguez Gallinar que abrió un pequeño museo de la madera bajo la advocación de su padre, Celedonio, aunque no se pudo mantener abierto. Como en este caso, desgraciadamente, son casi siempre mayores la voluntad y el entusiasmo que sus logros. Pueden pasar por Ponga a hacer recuento.

En el reportaje de Ana Paz, Mariano Hortal posa al pie del último hórreo del pueblo, caído. Todo un símbolo de esa lucha de la voluntad contra lo inevitable. ¿Como un símbolo de Asturies, acaso? Al menos, de una gran parte de ella.

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