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El ruido de un idiota y la ira de las furias

El rompecabezas, en Estados Unidos y Oriente Medio, sobre el que cae la crisis de Siria

La comunidad internacional lleva en vilo desde que, a principios de semana, Trump agitó la inminencia de un ataque a Siria. El miércoles, la inquietud se convirtió en alarma al comprobar que el magnate mezcla a Siria y a Rusia, sin distinción, como blanco de sus amenazas. Y el jueves, el miedo se volvió desesperación ante la evidencia de que los mensajes de la Casa Blanca, más difusos ese día, describen la trayectoria errática que, sin miedo a perder la compostura, puede tacharse de ruido de un idiota. Tal vez cuando estas líneas sean papel impreso, el ruido haya degenerado en estruendo de misiles o, tal vez, nuevos tuits estén alentando fantasías magnicidas.

En todo caso, esta peculiar crisis de los misiles de Trump cae sobre un escenario donde conviven factores, interiores y exteriores a EE UU, dignos de ser enumerados. En primer lugar, la inhabitual presencia en la Casa Blanca de un ente como el magnate, cuyo palabrerío obliga a escuchar las voces del Pentágono con más atención que nunca. Bush era con probabilidad más tonto, pero se comportaba como dócil marioneta de su vicepresidente, Dick Cheney, cabeza de una cofradía muy peligrosa pero cuya relación con los militares estaba engrasada.

Desde este punto de vista, dos precisiones son pertinentes. La primera es que en las voces del Pentágono resuena, por un lado, la voluntad de someter a una demostración de fuego a la Rusia que ha permitido a Asad recuperar el control de Siria, pero, por otro, se refleja el miedo a que un error, en días de relación bilateral tan degradada, desencadene una severa espiral de destrucción. De ahí lo reconfortante de los mensajes que insisten en que el "teléfono rojo" militar entre EE UU y Rusia mantiene operativas sus líneas. La segunda precisión concierne a la propia Casa Blanca y a su capacidad para desestabilizar la profesional prudencia que, a falta de otro consuelo, se atribuye estos días a los jefes militares de EE UU.

Llegados aquí, deben resaltarse dos aspectos. Uno, que la relación de fuerzas en el Ala Oeste de la Casa Blanca lleva meses inclinada del lado de los aventureros populistas de la "alt-right", en perjuicio del grupo centrista aglomerado en torno a Ivanka Trump y su marido. La mejor prueba es la reciente sustitución como consejero de Seguridad Nacional del prestigioso general McMaster por el extremista John Bolton, un superviviente de la cofradía de la era Bush. Dos, que la situación judicial de Trump es cada vez más oscura: el fiscal especial Mueller estrecha su cerco en torno a la trama rusa -lo que para el Presidente acentúa la conveniencia de marcar las mayores distancias con Moscú- mientras el FBI avanza a zancadas en sus pesquisas sobre los intentos del magnate de silenciar a una de sus antiguas amantes, la actriz porno Stormey Daniels.

Ambos elementos, reforzados por el escándalo de la utilización de datos de Facebook para ayudar a la campaña presidencial de Trump, se elevan sobre el telón de fondo del eterno desencuentro entre la Casa Blanca y los republicanos, acuciados ahora mismo por el "sálvese quien pueda" de las legislativas de noviembre. El presidente de la Cámara, el astuto Paul Ryan, ya ha venteado el peligro: en lugar de presentarse a los comicios, ha decidido alejarse un tiempo de la política.

Hasta aquí, algunos factores internos. Pero lo más alarmante de la crisis es que -sobre estallar cuando el envenenamiento del espía Skripal ha emponzoñado aún más la relación con Rusia- recae en el Oriente Medio más volátil de los últimos años. El tablero mediooriental está surcado ahora mismo por la guerra sorda entre Irán y Arabia Saudí, cabezas visibles de todas las pugnas económicas y políticas que se disfrazan bajo el manto de la rivalidad entre chiíes y suníes. El reforzado Irán chií, presente en Irak, Líbano, Siria y Yemen, bien visto en Catar y estabilizado por el tratado nuclear de 2015, es la bestia negra de EE UU y de la Arabia suní del reformista y belicoso príncipe heredero Mohamed bin Salman, quien ha sabido encontrar un aliado en el Israel de Netanyahu, otro turbio personaje acogotado por los jueces.

Esta línea de choque constituye un eje perfecto, bien anclado en el infierno sirio, para que los juegos de alianzas desemboquen en letales efectos de dominó. Que es el riesgo que se corre cuando el ruido emitido por un idiota acaba invocando, sin saberlo, el prohibido nombre que despierta la ira de las furias.

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