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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Cómeme el donut

En pocos años, al cabo de dos o tres generaciones, hemos pasado en esta España nuestra de Guatemala a Guatepeor. De no comerte ni una rosca ni un colín a que camines por la calle y te suelten a bote pronto y a las bravas: "Cómeme el donut". Así como suena, almibarado con cayena. Semejante ambrosía rancia es el título de una canción (por llamar de alguna manera al adefesio musical indigesto) que triunfa en las redes sociales (sección besugos y palometas) y que interpreta un dúo de primos (o primates) que amenazan con el nombre de "Glitch Gyals", o en castizo Lapili y Jirafa Rey. Ahí es nada.

Lo de comerse el donut (o media docena) es afición preferente de Homer Simpson, un canto excelso al colesterol. Pedir que te lo coman suena, sin embargo, a ejercicio gastronómico de mal gusto, por buen sabor que tuviera lo que recubre el agujerito. El ojo de Horus, lo que el ojo no ve.

Se ve que el autor de la letra es seguidor de "Master Chef": "Somos comestibles, nos vestimos con comida, yo me como tu materia prima". No sólo te ofrece el donut, sino que además te mete "el entrecó", a saber si de asturiana de los valles o de vaca avileña.

Al poeta excéntrico le agradan los dulces y las rimas esdrújulas: "Si subo en ascensor soy un ascético / si duermo poco tengo sueños proféticos / tú tendrás dos caras yo soy polifacético, / no sé frenar, llevo un ritmo frenético, / no nos mires más, cuidao, somos magnéticos, / lo de ser tan glitch es genético, / las santas me quieren pero soy escéptico, / somos tan dulces que te volvemos diabético"... Ha de saber este pánfilo que se le aventura vida efímera a su carrera, a la vista de gramática tan raquítica y tan mínima estética.

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