En una semana en la que la mejora de las condiciones meteorológicas en Gijón han disparado las alarmas por el aumento de la contaminación, según reconoce el registro de las estaciones de medición desplegadas por distintos puntos de la ciudad, los expertos dieron a conocer el pasado jueves un dato preocupante en el Club LA NUEVA ESPAÑA de Gijón: el tráfico emite a la atmósfera en esta ciudad 530 toneladas de dióxido de carbono en un día laborable. Lo que supone dos kilos de CO2 por habitante.

Cuando se plantea el problema de la contaminación atmosférica en Gijón, a la vista de las "boinas" que con cierta frecuencia cubren una franja del cielo gijonés, existe la tendencia, en ocasiones razonable, de culpar de la emisión de partículas nocivas exclusivamente a la gran industria asentada en la zona oeste de la ciudad. Y no se hace hincapié en la influencia del tráfico rodado. La estadística municipal reconoce que el 36,8% de los 739.592 desplazamientos que se registran al día en Gijón se hacen en coche. Si se tiene en cuenta que el parque móvil local supera los 118.000 vehículos, esta ciudad tiene un problema evidente con la gestión del tráfico.

Hoy en día, la gran mayoría de turismos, camiones, motocicletas o autobuses circulan impulsados por motores de combustión de carburantes fósiles. Todos esos vehículos expulsan gases y partículas contaminantes como el dióxido y el monóxido de carbono, el óxido de nitrógeno o los hidrocarburos. El problema se agrava más con los motores diesel. Según el estudio "Calidad el aire Urbano, Salud y Tráfico Rodado" elaborado por el Centro Superior de Investigaciones Científicas, los vehículos equipados con esta tecnología contaminan cuatro veces más que los de gasolina debido a que emiten niveles muy superiores de dióxido de nitrógeno y partículas que permanecen en el aire.

Se encuentra en fase de discusión el nuevo Plan Integral de Movilidad Sostenible de Gijón, que tendrá vigencia de 2018 a 2024 y que contempla la limitación del uso del vehículo privado en el centro de la ciudad y la obligación de circular a una velocidad más reducida.

Recuperar espacio para la ciudadanía, como propone el citado plan, y minimizar el impacto ambiental del transporte en Gijón, donde los problemas de contaminación atmosférica y acústica son frecuentes, se antoja una iniciativa digna de aplauso, como también fomentar la movilidad peatonal y ciclista en el afán de disfrutar de una ciudad menos contaminada. Pero difícilmente serán efectivas las medidas anunciadas si no se actúa sobre la conducta de los ciudadanos. Mejorar los índices de contaminación en Gijón exige un cambio de hábitos que nos compete a todos los que habitamos una ciudad que pretendemos más saludable.