La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Archivera-bibliotecaria de la Junta General

Los otros Quijotes

La andadura asturiana

La Asturias de los inicios del siglo XVII, cuando el impresor Juan de la Cuesta sacaba de su taller de Madrid la primera parte de "El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha", obra estrella de don Miguel de Cervantes Saavedra, era pobre, marginada y sin Universidad. La institución académica, debida al testamento del inquisidor Valdés Salas el siglo anterior, no iniciaría su andadura hasta 1608. Apenas algún colegio y las comunidades religiosas daban cobijo al "saber" solo accesible a unos pocos. Las letras quedaban ajenas al común de los asturianos, pese al orgullo de ser casi todos hidalgos.

Letras y lecturas van de la mano de la escuela. Y la escuela aún tardaría mucho en ser algo común. Todavía en 1615, cuando cabalgaba la segunda parte de las andanzas del hidalgo manchego, la vida astur era sumamente difícil. Lastrada por una epidemia gravísima a fines del XVI la población general bastante tenía con sobrevivir. A lo largo del XVII se irán construyendo los palacios ciudadanos en la capital y en algunas villas. Con la Universidad la ciudad se transformará poco a poco. Nuevos residentes, más artesanos y gentes de servicio. Hasta se abre una casa de comedias, derroche cultural. A la vez que la introducción del maíz acabará paliando un poco el hambre.

Sin embargo, dentro y fuera de aquella España de reinos y tierras diversas, don Quijote empezó a trotar a lomos del escuálido Rocinante y en compañía del saber popular del fiel Sancho. La obra llegaría en contadas ocasiones a bibliotecas particulares de algunos potentados con contactos en la Corte.

Con el tiempo "El ingenioso hidalgo?" se convertiría en la obra patria por excelencia. Y celebrada como tal en las centurias siguientes cuando las circunstancias lo permitían. Pasado el siglo de las luces, el XVIII, un revulsivo en favor de las letras como fundamento del bienestar, puestas las bases de un apoyo a la alfabetización como fundamento del progreso, aún habría de esperar la extensión de las letras a la población en general. Sin embargo, la gente "viajada y culta" conocería al bueno de don Alonso Quijano y sus hazañas. Y tal vez también llegaría al pueblo llano a través de representaciones llevadas por cómicos andantes que, con buena memoria más que lecturas, relatarían algunos episodios de aquellas descabelladas peripecias.

Don Quijote empezó a ser referente utilizado por escritores. Entre nuestros compatriotas cabe destacar la curiosa elaboración de Juan Francisco Siñeriz y Trelles (1778-1857). El ilustrado asturiano, original de Sueiro, en El Franco, tan activo en la guerra de la Independencia contra la invasión napoleónica y autor de una novedosa "Constitución Europea" (1839), escribió antes una obra inspirada en el héroe cervantino, tan ignorada como ingeniosa. Llevaba por título "El Quijote de la Revolución, o historia de la vida, hechos, aventuras y proezas de Monsieur le Grand-homme Pamparanuja, héroe político, filósofo moderno, caballero andante y reformador de todo el género humano". Declara el autor que es "obra escrita en beneficio de la humanidad". Aquí tenemos un nuevo "Soñador" de un asturiano que, harto de su hacienda familiar, buscó en Madrid el visto bueno a su proyección literaria.

Don Quijote, el caballero andante, "desfacedor de entuertos", es un aval de nombre para quienes, amparados por sus armas, luchan contra los males del nuevo tiempo. Monsieur Le Grand es un Quijote moderno del entonces 1836, que al parecer tuvo amplia repercusión en Francia. Y tan es así que se reedita en España en 1841 traducido de la edición francesa de 1837. Pamparanuja es un viajero impenitente, un trotamundos, denunciador de los excesos de los revolucionarios franceses. Siñeriz abre su obra con una cita de San Agustín -"respetad a las personas, condenad los errores"- y declara que al igual que Cervantes él quiere dar a la luz otro Quijote a fin de desterrar de la sociedad "doctrinas anárquicas y corrompidas". A Siñeriz y esta quijotesca construcción se refirió el reputado Fermín Canella como "un escritor asturiano imitador de Cervantes".

Asturias llegó al tercer centenario de la novela cervantina, en 1905, con un proyecto encomiable amparado por una Universidad regional que a través de su extensión universitaria se proyectaba como foco de difusión cultural hacia una población aún muy atrasada pese a la ya evidente industrialización. Coincidían en aquel entonces en la Universidad un grupo de solventes intelectuales, "Quijotes" de su tiempo luchando contra la ignorancia, defensores de la proyección de la academia en la sociedad. Aquellos Fermín Canella o Rafael Altamira compartían claustro con Leopoldo Alas "Clarín", Aniceto Sela, González Posada, Aramburu y Zoloaga? Un lujo. Algunos murieron antes de la cainita guerra civil. Otros pagaron con su vida y algunos hubieron de huir y dejar sus huesos lejos de una patria a la que quisieron mejorar.

En 1905 dos de ellos, Fermín Canella (1849-1924) y Rafael Altamira (1866-1951), ponen en marcha a través de la Comisión Provincial de Monumentos una "exposición sobre ediciones de el Quijote" con la que quieren comprobar qué asturianos tenían entre sus posesiones la obra del "hidalgo manchego" más famoso, fueran estos editados en España o en el extranjero. Su intención era "formar una Biblioteca con ejemplares de libros de caballería hoy tan raros y desaparecidos, como si el tiempo fuese repitiendo el auto de fe que hicieron el Cura y el Barbero" contra el bueno de don Alonso y su afición lectora. Recabaron la colaboración de "personas eruditas y cultas" y de la prensa de entonces ("El Carbayón", "El Correo de Asturias", "La Opinión de Asturias" y el "Progreso de Asturias"). Pocas fueron las impresiones acopiadas del siglo XVII y XVIII y, aún del XIX, lo cual dice mucho de la escasez de las bibliotecas particulares asturianas, atesoradas por unos cuantos nobles o ricos cultos. Y eso que el "éxito de Cervantes en España fue notable porque antes de 1620 ya habían salido seis ediciones del Quijote y en el medio siglo siguiente, catorce". Pese a todo, animosos los organizadores de aquellos actos no cejaron en su empeño y promovieron incluso estudios sobre la obra de alumnos, aspirantes a maestros, del Instituto General y Técnico de Oviedo.

La promoción de la lectura en el centro de la loable actividad universitaria. Las escuelas donde poder leer al inmortal don Quijote o a otros más mortales se habían desarrollado mucho, pero aún quedaba mucho por hacer. La frecuencia de las "primeras letras" en nuestra tierra constituye un relato apasionante, una aventura quijotesca? ¡Pero esa historia será otra historia!

[Fuentes: Juan Francisco Siñeriz. "El Quijote de la Revolución, o historia de la vida, hechos, aventuras y proezas de Monsieur le Grand-homme..." (1841); "Cátalogo de la Exposición Asturiana de Ediciones de 'El Quijote'" (1905). Biblioteca Virtual del Principado de Asturias; acceso libre]

Compartir el artículo

stats