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Mario Antuña

¡Dásela a Jony, dásela a Jony...!

El previsible ataque del Sporting y el enfado del extremo cangués

El Sporting que encara la recta final del ascenso es un equipo previsible. Aspecto que tiene su lado bueno, o lo que es lo mismo, también su cara mala, que diría el filósofo Rajoy. Tiene virtudes conocidas y temidas por sus adversarios: es aguerrido, luchador, compacto, fuerte en defensa -y si ésta falla aparece la santa mano salvadora de Mariño-, equilibrado en el centro del campo y con una delantera nominal temible; cuenta con recambios y recursos de garantía, y un entrenador que le ha imprimido su carácter y le ha quitado temores y complejos. Una pócima de fútbol que le ha permitido la gran remontada de la segunda vuelta hasta encaramarse en la lucha por el ascenso directo.

Pero su previsibilidad puede constituir su talón de Aquiles ante sus competidores. Si saben cómo eres, cómo juegas, pueden encontrar antídotos. Quizás no para agujerear la defensa, que como muestran los resultados sigue siendo fiable; quizá tampoco para desencajar el engranaje de Sergio y Bergantiños; aunque sí para tomarle la medida y colocar un muro de contención a la delantera. Desde la llegada milagrosa de Jony, el fútbol de ataque se canaliza principalmente por la banda izquierda, como ya ocurriera en la época del ascenso de Abelardo. Por eso cuando el habilidoso y rápido extremo de Cangas de Narcea recibe el balón suele estar más rodeado que un bebé en un bautizo. La banda derecha, ocupada por Carmona, queda muy desasistida por su tendencia a ir hacia el centro o a apoyar al medio campo.

Es comprensible la frustración de Jony, sus cabreos cuando no le salen las jugadas, su enojo al ser sustituido... Nadie debe dudar de su compromiso con el Sporting. Lo ha demostrado sobradamente. Si emulando el cántico creado para Barral, que ya no está para muchos trotes, la grada entonase el "¡dásela a Jony, dásela a Jony!", flaco favor se le haría al jugador y al equipo. El Sporting necesita variantes y alternativas en el ataque que no le hagan tan previsible, calidad con Rubén García, Santos, Nano Mesa, Pablo Pérez o Carlos Castro no le faltan. Será el mejor antídoto contra el antídoto.

Este Sporting ha alcanzado ahora ese estado de gracia que le permite ganar sin jugar bien. Los últimos partidos son la prueba fehaciente. El equipo no se caracteriza por un juego lustroso. Se ha vencido en partidos en los que hace cuatro meses se hubiese empatado o perdido. Es la suerte labrada del campeón. Forjada en el trabajo, no en el azar. Quede claro. Y si todo falla, queda el último recurso, esa pieza clave que es Mariño con sus santas manos salvadoras. Quedan seis partidos seis como otros tantos morlacos. Habrá que hacerles faenas sin que los toros prevean los lances de los artistas.

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