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Laviana

Más allá del Negrón

Juan Carlos Laviana

Los libros sobre nosotros

La asturiana Pilar Sánchez Vicente publica "Mujeres errantes", un retablo del último siglo de Gijón

Cuando uno se tropieza con un libro que habla sobre su propia vida siente un escalofrío desasosegante. Es un sentimiento a medio camino entre la inquietud de ver nuestras vivencias expuestas y la inmensa satisfacción de reencontrarnos con nuestra gente en otro mundo, en una esfera casi sobrenatural.

Tengo la sensación de conocer a Pilar Sánchez Vicente de toda la vida. Sin embargo, no soy consciente de haberme cruzado nunca con ella, ni siquiera de haber leído nada suyo. Algo imperdonable, pero que en esta ocasión me ha servido para sumergirme en sus "Mujeres errantes" con las defensas bajas, que es como más se disfruta de la lectura.

Gracias a Silvia Fernández, de Roca Editorial, tuve la suerte de que llegara a mis manos una edición no venal, no destinada a la venta. Solo sabía que la autora era de Gijón. Si me hubiera molestado de buscarla en Google, hubiera averiguado que tiene una amplia carrera a sus espaldas.

Comencé a leer totalmente despreocupado. Y nada más abrir el libro, me encuentro con la historia de la muerte de una madre. Me afecta, porque la mía había muerto apenas tres meses atrás. Sigo leyendo y, al ver el nombre de la madre muerta, me da un vuelco el corazón: Eloína, como la mía. No es un nombre tan común como María o Carmen, como para atribuirlo a una mera casualidad. ¿Cuántas Eloínas conoce usted? Yo, solo a mi madre y, ahora, al personaje de Pilar Sánchez Vicente.

La cosa no acaba ahí. La trama nos lleva a Cimavilla, ese barrio viejo de Gijón, en el que tantos perdimos la inocencia. Ya fuera en el cine Brisamar, a base de reveladoras películas de arte y ensayo de las que marcan para toda la vida, tipo "Amarcord". O en El Cóndor, ese bar donde, al calor de la chimenea y a los sones de la guitarra del refugiado argentino Pablo, soñamos noche tras noche con galopar y galopar "hasta enterrarlos en el mar".

Por si fuera poca coincidencia, una de las personas más presentes en mi vida, el padre Laviana, se convierte en personaje esencial, aunque en segundo plano, de la novela de Pilar Sánchez Vicente. Desde que tengo memoria, en mi casa siempre ocupó lugar de preferencia un recordatorio de un cura, conmemorando el día que cantó misa. Nunca llegué a conocerlo, aunque supe que era sobrino de mi vecino favorito y que alguna relación tenía con mi padre. Todos los Laviana que conozco son familia. ¿A cuántos Laviana conoce usted? Tampoco es que sea un apellido muy común. He de confesar que durante buena parte de mi vida soñé con desentrañar el misterio que lleva a un cura a empuñar una ametralladora por amor al prójimo. En mi alucinación adolescente, podía ver la portada del libro: "Laviana por Laviana". Otros han reconstruido muy bien la vida de Gaspar García Laviana sin necesidad de ser familia.

Son solo algunas de las vivencias que me encontré en "Mujeres errantes". Hay muchas más. Invito al lector a buscar las suyas, porque la novela es la historia de todos nosotros desde principios del siglo XX hasta el presente. Es sabido que leemos para conocernos a nosotros mismos, porque los libros que nos impactan de verdad son los que hablan de nosotros, de nuestra vida. Gracias a Pilar Sánchez Vicente, a la que después de leer ya considero cómplice, por contar tan bien nuestra historia.

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