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De cabeza

Las finales

Sobre los partidos decisivos del Oviedo en este último tramo

Que el lenguaje es un ser vivo lo prueba su constante movimiento y su capacidad para adaptarse a nuestras necesidades. Aunque sepamos que "final" es aquello que no tiene continuidad, improvisamos sobre la marcha diccionarios de urgencia y gramáticas de fantasía. Fue el escritor italiano Gianni Rodari quien inventó la gramática fantástica como un camino para adentrarse en la lengua desde las premisas del juego y de la imaginación.

Sólo con la ayuda de Rodari puedo entender el consenso entre muchos aficionados, futbolistas y titulares de prensa en denominar como finales los próximos partidos del Oviedo y no pocos de los anteriores. El autor nacido en Omagna subtitula su obra: "el arte de inventar historias". Con este matiz ya comprendo lo que ocurre: precisamos de la invención para que la realidad no resulte desagradable y, lo más curioso, precisamos de la realidad para olvidarnos de ella. Las matemáticas (los nueve puntos por jugar) dan oportunidad a la gramática de la fantasía y es cierto que, mientras se vive una ficción no importa lo que exista más allá o más acá. Fantasear es vivir el momento, un "carpe diem" que comparto pero no a costa de acuñar significados fijos cuando es el del fútbol un lenguaje tan variable.

Si juegas una final tienes un cincuenta por ciento de citarte con la felicidad, las finales del Oviedo son un aliento, una prórroga, posponer un encuentro que se augura frustrante. Como a todo oviedista, me gustaría que nuestro equipo jugase la fase de ascenso a Primera, pero no sé si habrá gramática que desenrede un texto cada vez más árido y farragoso. Pamplona era importante porque ganando allí alcanzábamos la posibilidad de narrar nuestra historia en primera persona, independientemente de cuál fuese la conclusión. Al no ganar dependemos de narradores ajenos que, a estas alturas del campeonato, disfrutan llenando las páginas de crímenes y tensión.

Ganar es otra forma de anticiparse a la jugada y las victorias, en el mejor de los casos, son el reflejo de lo que ocurre en el césped. Yo sólo puedo hablar de lo que veo, especular sería cometer una injusticia, ser un narrador tramposo, un autor que siempre busca salir indemne. Contra el Osasuna me costó ver a un equipo que de verdad quería lo que decía que quería. No hay nada más sincero que el lenguaje del cuerpo: cuando se logra terminar una jugada, el rostro se relaja y se ve el futuro como algo menos ajeno.

Sobre lo que dijo el maestro Cruyff de que la mejor manera de defenderse es teniendo la pelota, para qué hablar...

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