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La tira y afloja Ilustración: Pablo García. Guión: Rogelio Román

El relevo del PP

La ofensiva a favor de Ciudadanos

Hay una ofensiva mediática a favor de Ciudadanos como eventual relevo de un PP que da muestras de desgaste. Es una operación lanzada sobre todo desde la prensa madrileña y ciertos círculos del poder económico, preocupados por las repercusiones electorales de tantos casos de corrupción como afectan al partido del impasible Rajoy.

Ciudadanos, que pareció definirse un tiempo como socialdemócrata, pretende situarse ahora en la estela del liberalismo europeo y no oculta su admiración por políticos como el presidente francés Macron.

Recuerdo cómo en mi época de corresponsal en Bonn los liberales de Hans-Dietrich Genscher me expresaban su asombro ante el hecho de que en España no existiese ningún partido fuerte de esa corriente y que los liberales que había entonces estuviesen además divididos. Como liberales en aquel momento se autodefinían en España políticos como Antonio Garrigues Walker, Pedro Schwartz o Ignacio Camuñas.

Conviene saber qué se entiende por liberal. Porque si nos fijamos en lo que dice el diccionario, liberalismo es tanto la doctrina política que postula la libertad individual y la iniciativa privada en lo económico y cultural cuanto la actitud que propugna la libertad y la tolerancia en la vida de una sociedad.

En su obra "La riqueza de las naciones", el economista y filósofo escocés Adam Smith se refería al sistema liberal como el que permitía "la libre exportación e importación". Smith fue el gran panegirista de la libertad económica, de la libre contratación entre los individuos, frente a la intervención del Estado propugnada por los mercantilistas.

Y si bien es cierto que los liberales desconfían de la intrusión del Estado en la economía, ¿qué ocurre cuando ése interviene, no en beneficio del bien común, a fin de reducir las desigualdades, sino para ayudar a la banca y recortar los derechos de quienes protestan contra el actual estado de cosas?

¿Tienen aquellos algo que objetar a la intervención del Estado en apoyo de las empresas energéticas, al poder abusivo de la industria financiera, a la connivencia con la especulación en el sector inmobiliario, a las obligadas privatizaciones, no en aras de una nunca demostrada eficacia, sino del afán de lucro de los inversores? ¿Dejarán nuestros nuevos liberales de seguir sin rechistar, como hace el PP, los dictados de Berlín o Bruselas sin que parezcan importarles las profundas consecuencias sociales y económicas de las medidas que desde allí se nos imponen? ¿Seguiremos con unas políticas desastrosas que sólo han generado precariedad, empobrecimiento general y éxodo de tantos jóvenes precisamente a algunos de los países que nos imponen la austeridad y que van a beneficiarse así de sus habilidades o su talento?

El escepticismo está justificado.

El hombre necesitado de reconocimiento veía avanzar el día sin ser reconocido. Ya temía que el único reconocimiento que iba a recibir iba ser un "me gusta" en Facebook proporcionado por una exnovia. Volvió a casa. Se preparó un café. Se acomodó en el sofá y comenzó a soñar que esa misma tarde iba a presentar, al fin, una novela. Su novela.

Tan metido estaba en la ensoñación que pensó que ya era hora de ir vistiéndose para la presentación. Fue al cuarto. Abrió el armario. Eligió sus mejores zapatos negros, su mejor pantalón oscuro, una camisa blanca y la americana de las grandes ocasiones ¿Cuándo fue la última? La boda de su primo al regreso de la cual le cayó un excremento de paloma mansa y emigrante que le dejó una mancha de la que aún hay huella. Se dirigió a la librería en la que a él siempre le habría gustado que le presentaran la novela. Estaba llena y había un hombre con una americana parecida a la suya. Entró.

El presentador decía que el escritor había escrito un libro de relatos, uno de los cuales, el mejor, trataba de un hombre que soñaba con presentar una novela y alcanzar la gloria y el reconocimiento literario. El hombre necesitado de reconocimiento fantaseó con la posibilidad de escribir una novela sobre un hombre que mientras está en la presentación de su novela atisba entre el público a un escritor sin reconocimiento e inédito del que sabe que posee más talento que él. No supo qué hacer. Si tuviera reconocimiento estaría más seguro de sí mismo. Estaría seguro de que si se marchaba estaba haciendo lo correcto y estaría seguro de que si permanecía en la librería estaría haciendo lo correcto también.

Qué más puedo pedir. Reconocimiento, se respondió a sí mismo entablando un diálogo interior. El hombre necesitado de reconocimiento no lo tuvo ese día pero al menos había pasado un buen rato. No había escrito una línea tampoco. El hombre necesitado de reconocimiento repasó todas las redes sociales en las que estaba por ver si tenía alguna notificación. Nada. Releyó el elogio que le lanzó un anónimo semanas atrás y decidió comprar sushi para la cena. Lo tomó con un vino blanco ligeramente áspero. Solo. Despacio.

Degustando el líquido, masticando a lento ritmo, vestido aún de escritor que va a presentar una novela. Con cuidado de no mancharse los zapatos ni el mejor pantalón oscuro, ni la camisa blanca. Tampoco la americana. Una chaqueta que cuando él muriera quedaría fría, muda y desabrigada colgada en una silla tal vez para la eternidad.

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