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Alberto Menéndez

Recelo en la grada

El Oviedo tenía ayer el partido perfecto para reconciliarse con su afición y afrontar con ánimos renovados los dos encuentros que le quedan para intentar jugar la promoción a Primera. Visitaba el Carlos Tartiere el último de la clasificación, ya descendido hace semanas a Segunda B, un equipo formado por jóvenes inexpertos, el Sevilla Atlético. Bien está que el entrenador azul, Juan Antonio Anquela, elogiase a lo largo de la semana a los sevillanos para así evitar cualquier tipo de conformismo por parte de sus jugadores, pero lo cierto es que el equipo andaluz era el más apropiado para la ocasión, para recuperar la confianza perdida en Pamplona, como hace quince días lo había sido el otro club que ya ha perdido la categoría, el Lorca, tras el varapalo del Numancia.

Fue un partido extraño, en el que pudo haber pasado de todo, desde haber acabado con una goleada por parte del Oviedo hasta haber perdido los azules casi todas sus posibilidades de engancharse a los puestos que dan opción a jugar la liguilla por el ascenso. Pero es que no era eso lo que esperaba que sucediera ayer la afición asturiana, sobre todo después de ver el primer tiempo realizado ante los jóvenes e ingenuos (al menos en la parte de atrás) sevillanos. Los seguidores azules acudieron al estadio en busca de un juego y un resultado que les dieran esperanzas reales o, lo que es lo mismo, optimismo, de cara a las dos finales que, ahora sí, les esperan a los de Anquela: primero, el próximo domingo, en León, ante la Cultural, que pone en disputa gran parte de sus posibilidades de permanecer en Segunda en la temporada que viene, y siete días después, de nuevo en el Tartiere, ante el Huesca, que podría estar jugándose el ascenso directo a la división de oro del fútbol español.

La segunda parte de ayer ante el filial del Sevilla no dejó ni mucho menos tranquila a la hinchada azul. No es que quedara muy satisfecha de las numerosísimas ocasiones de gol perdidas en los primeros 45 minutos, pero lo que sucedió tras el descanso sólo sirvió para que el recelo se apropiase de las gradas del Tartiere: hasta dos ocasiones clarísimas de gol tuvieron los discípulos de Tevenet, que durante bastantes minutos se hicieron con el control del balón. Y eso que no se jugaban nada en la disputa. Pero eso es lo que pasa si les das alas a unos jugadores jóvenes, sí, pero con clase, unos jugadores que a la vez, en tareas defensivas, mostraron su bisoñez, una inexperiencia que, sin embargo, no supo ser aprovechada por los oviedistas. Las pérdidas de balón de los sevillanos fueron fruto más bien de su propio candor (y el de su entrenador) que de la presión de los de Anquela. En ningún partido anterior de la temporada tuvieron tantas oportunidades de gol los asturianos como ayer. Pero el partido acabó como prácticamente todos los que ganó el Oviedo hasta ahora, con sufrimiento, con excesivo sufrimiento en esta ocasión.

Una pena. Los jugadores azules podían haber salido del partido de la tarde de ayer con la moral reforzada tras un resultado contundente ante el Sevilla Atlético y, sin embargo, salen con las dudas ya habituales de los últimos encuentros. Eso sí, continúan con muchas opciones de jugar la promoción. Y han llegado ahí, al menos últimamente, sin un juego que convenza. Quizás es que Anquela y sus pupilos se están reservando para los momentos cruciales de la temporada. Próxima parada en este camino hacia el todo o la nada: León.

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