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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Rajoy y Zidane

Saber elegir el momento de la retirada sólo está al alcance de las mentes lúcidas, las que no se dejan deslumbrar por el brillo de los oropeles. El anuncio de la marcha de Zidane -sorpresiva, sorprendente- cogió con el paso cambiado a la actualidad informativa, que sólo tenía ojos para la moción de censura que descabalga a Rajoy de la Presidencia del Gobierno y abre una etapa política de enorme incertidumbre.

Los que buscan perpetuarse en la poltrona o en el banquillo, antes o después se precipitan por la pendiente y caen al vacío del olvido, que es el purgatorio doloroso de todas las vanidades. Lo contaba Abelardo, tras su destitución como entrenador del Sporting. Cuántas veces se ha arrepentido el Pitu de no haber pedido la cuenta cuando, en una temporada gloriosa, devolvió al equipo de su ciudad y contra todo pronóstico a la máxima categoría del fútbol español.

"El Madrid necesita un cambio para seguir ganando", dijo ayer Zidane en su despedida. También el PP hubiera requerido carteles renovados, cuando el chapapote de la corrupción le llegaba a la cintura, para aspirar a nuevas victorias electorales. No se actuó así y ahora el detritus maloliente le alcanza al gañote.

Como Abelardo en su día, Rajoy debió irse antes de que lo echaran. Una salida airosa siempre resulta más digna que una patada en el culo y un finiquito negociable. La medida vale para el presente, y para los libros de historia.

El éxito de Zidane se basó en que, a sabiendas, no quiso mandar; el fracaso de Rajoy, por contra, es que no mandó nunca. Con su salida por la puerta de atrás, Rajoy ya es historia; con su huida discreta por la puerta grande, Zidane, sin embargo, se ha convertido en leyenda.

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