Nadaba plácidamente Carmen Moriyón sobre las olas quietas del mar de la tranquilidad política -no las de la playa de San Lorenzo, donde ayer ondeó la bandera roja tras detectarse una nueva mancha oscura sobre las espumas níveas del litoral-, cuando saltó una bomba cuyo alcance a estas horas aún desconocemos, así como el tamaño de su carga explosiva.
Los grupos municipales de la izquierda van a discutir en las próximas horas, a propuesta de Izquierda Unida, la posibilidad de presentar una moción de censura en Gijón para desbancar a Foro y arrancarle a Moriyón el bastón de mando. O sea, llevar a cabo y de forma sorprendente, a un año del fin del mandato, lo que muchos votantes de la izquierda gijonesa han venido demandando desde hace tres: que se aplique la aritmética municipal, una operación matemática tan simple como que 15 suman más que 12.
Desconocemos cómo va a sortear el tripartito a la gijonesa, y a contrarreloj, los escollos que impidieron que en Gijón no gobierne un alcalde de izquierdas por un quítate tú que me pongo yo. El argumento que justifica la moción es que, a juicio del promotor, la ciudad "lleva toda la legislatura sumida en la parálisis y la improvisación". Si es así, cabe pensar que la decisión se toma un poco tarde, después de tres años de inercia. Los recortes sociales ocasionados por el plan económico y financiero de ajustes a que obliga haber sobrepasado el techo de gasto acuden también en ayuda del argumentario de la moción.
Dando por hecho que IU y PSOE están por la labor de un vuelco en Gijón como el que tumbó a Rajoy, es a Xixón Sí Puede, enredado además en sus primarias, al que toca ahora retratarse.