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El Volcán de Fuego

La intensa actividad volcánica que se manifiesta actualmente en la Tierra

Últimamente parece que la actividad volcánica mundial se ha disparado. Primero fue el Kilauea, en Hawai, el pasado 4 de mayo, y un mes después le toca el turno al Volcán de Fuego, en Guatemala. Ante estas dos efusiones tan próximas en el tiempo cabe preguntarse: ¿están ambas relacionadas? o ¿es puro azar la coincidencia temporal de las fuerzas subterráneas de la naturaleza?

Vamos a comenzar explicando que los dos volcanes están ubicados en contextos geológicos muy diferentes por lo que no existe vinculación alguna entre ambos.

Comentar que aunque los volcanes aludidos son lo que han concitado la mayor atención mediática, existen en activo otros muchos episodios eruptivos, tanto en la superficie terrestre como, de manera especial, en las profundidades submarinas, de los que apenas se ocupan los medios de comunicación al carecer de peligrosidad y no afectar a la población, o no ser tan espectaculares. Destacan los hechos del Monte Merapi en Indonesia, el Pitón de la Fournaise en la isla de Reunión o el Mayón en Filipinas, caracterizados por vomitar nubes de cenizas que alcanzan alturas kilométricas.

Tal como he intentado explicar en un artículo precedente (LA NUEVA ESPAÑA, 4 de junio de 2018) la efusividad generada en Hawai está asociada a un punto caliente ("hotspot") situado dentro de una placa tectónica compuesta por corteza oceánica en medio del mar Pacífico. El tipo de erupción se realiza en forma de coladas de magma basáltico poco viscosas que fluyen con facilidad ladera abajo a modo de corrientes lávicas hasta alcanzar el mar, contacto que produce gases muy tóxicos.

Sin embargo, el caso del volcán guatelmanteco está relacionado con la importante zona de subducción que produce que la placa tectónica Pacífica (Cinturón de Fuego del Pacífico) converge y se hunde bajo la Americana, dando lugar a los Andes, cordillera donde se concentra la mayoría de la actividad sísmica y volcánica del planeta, esta última caracterizada por un alto índice de explosividad y por expulsar coladas o flujos piroclásticos. Es decir, algo muy diferente de lo que sucede con los volcanes hawaianos.

El Volcán de Fuego (con una altitud de 3.763 metros) es un peculiar estratovolcán que comenzó su violenta acción el pasado 3 de junio, provocando un centenar de muertos y cientos de desaparecidos. Su conocimiento ya proviene de la época de la conquista española, ya que el adelantado y conquistador extremeño Pedro de Alvarado fue testigo del suceso acaecido en 1524. Fueron numerosas las erupciones sucedidas desde entonces, recordándose por su intensidad las de los años 1974 y 2012.

La acción volcánica explosiva -definida como vulcaniana- va acompañada de una crecida actividad sísmica, siendo destacable la ocurrida en 1773, con un terremoto de magnitud superior a 7 grados que devastó la ciudad de Antigua, por entonces capital de Guatemala. A diferencia de las lavas fluidas del Kilauea, las lavas del Volcán de Fuego son muy viscosas lo que no permite que la lengua lávica alcance trayectos importantes. La característica fundamental es la emisión de gran cantidad de piroclastos o tefras (fragmentos sólidos de material volcánico arrojados al aire) especialmente de tamaño ceniza (partículas menores de 2 mm) o, en menor grado, lapilli (fragmentos entre 2 y 64 mm), lo que explica, en cierto modo, la elevada mortandad que provocan.

Es sabido que cuando se expulsa la lava basáltica, los gases disueltos escapan libremente. Estos gases impulsan gotas incandescentes de magma a gran altitud. Una parte de la tefra expulsada, sobre todo la más gruesa, cae próxima al cráter y da lugar a una estructura con morfología de cono, mientras que las partículas más pequeñas pueden ser arrastradas a grandes distancias por el viento. Particularmente peligroso resulta el material piroclástico más fino (las cenizas de menor tamaño) que, bien debido al movimiento convectivo de los gases calientes, ascienden a enormes alturas dando lugar a plumas volcánicas, o a lo que se denomina colada piroclástica o nube ardiente -una mezcla de gases volcánicos, aire atrapado y materiales magmáticos incandescentes- que desciende por las laderas, lo que suele resultar letal dada su velocidad (hasta de 200 km/hora) y alta temperatura ¿Quién no recuerda las imágenes de los restos humanos calcinados en Pompeya por un violento evento del Vesubio?

En la mortalidad ocasionada por el flujo piroclástico del volcán guatemalteco ha influido en gran medida la cercanía al mismo de poblaciones rurales que aprovechan la fertilidad del suelo volcánico para implantar una agricultura de subsistencia. Las corrientes de cenizas y gases ardientes con una temperatura de unos 700 ºC se deslizaron a 150 km/hora por la ladera oriental del cono volcánico sepultando varias aldeas (La Reunión, Alotenango, San Miguel de Los Lotes y El Rodeo) que se encontraban dentro del área de impacto.

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