El resultado de las elecciones andaluzas del pasado domingo ha supuesto un vuelco en el tablero autonómico, con la mayoría absoluta del PP en un feudo tradicional socialista. En clave general, la decisión del electorado ha puesto de manifiesto que los votantes, que sufren en sus bolsillos las consecuencias de una inflación galopante y que reclaman soluciones urgentes para paliar la fuerte subida del recibo de la luz, de los carburantes y de multitud de productos de primera necesidad, empiezan a mostrar enorme hartazgo de los pronunciamientos tremendistas y de la polarización que se ha instalado en la vida política del país. Asturias no es ajena a ese estado de opinión, lo que deben anotar sus dirigentes políticos, y más a un año escaso de los comicios. Por lo pronto, el presidente Barbón realizó esta semana una gira ministerial, la primera de estas características en lo que lleva de mandato, de la que trajo promesas que conviene completar y transformar en realidades.  

A principios de julio visitará Asturias la ministra Teresa Ribera, buen momento para demostrar el verdadero compromiso con esta tierra del Gobierno del que es vicepresidenta tercera

Andalucía ha optado por una forma moderada de acometer el ejercicio del poder, alejada del enfrentamiento permanente y de la crispación. Tanto mensaje radical desde uno y otro lado del espectro ideológico ha llevado a un elevado número de votantes al descreimiento y al hastío, al ver que sus problemas no se solucionan por culpa de estrategias e intereses partidistas. Se ha impuesto la serenidad y, como consecuencia de ello, la fiebre creciente de los extremismos ha empezado a remitir, como muestra el termómetro electoral en la región más al sur de España, a la vista del leve crecimiento de Vox y del descalabro de los sucedáneos de Podemos. Capítulo aparte merece Ciudadanos, en fase terminal.

Los comicios andaluces no fueron convocados ni como un plebiscito para Sánchez ni a modo de reválida para Feijóo, aunque el resultado debería preocupar en mayor cuantía al presidente del Gobierno y no conducir a una borrachera de euforia al líder del PP, por mucho que su modelo de hacer política puesto en práctica durante años en Galicia comience a extenderse como estrategia para abarcar al votante que ocupa el centro sociológico, tal y como revela el barómetro electoral de GESOP para LA NUEVA ESPAÑA publicado este viernes. Mal haría la izquierda en buscar explicaciones torticeras a su descalabro, en lugar de promover una amplia reflexión de las causas de su fracaso electoral y hacer autocrítica, tan necesaria como poco frecuente entre los que salen perdedores de las urnas.

En este escenario de zozobra para las siglas socialistas, cuyos resultados electorales ya fueron pobres antes en la comunidad madrileña y en Castilla y León, el presidente del Principado acudió esta semana a Madrid a reclamar mayor compromiso con Asturias de los titulares de varios ministerios que están siendo cicateros en la asignación de las inversiones estatales consignadas para esta región. La escasa ejecución presupuestaria por parte de varios departamentos ministeriales, denunciada con rotundidad por LA NUEVA ESPAÑA, espoleó a Adrián Barbón, que decidió sacudirse la pereza y en dos maratonianas jornadas despachó con los titulares de cinco carteras y arrancó el compromiso del Gobierno de compartir una comisión de seguimiento para agilizar la llegada de los desembolsos pendientes, al modo que se hizo con Cataluña.

El Presidente trajo de Madrid algunos titulares recibidos con críticas de la oposición por su tufo electoralista, entre ellos, el anuncio de que la variante ferroviaria de Pajares quedará abierta en mayo, en vísperas de los comicios de la próxima primavera. La cosecha del periplo madrileño del jefe del Ejecutivo asturiano incluye dulces promesas como la consecución para Tineo de un centro nacional forestal, la inmediata luz verde a la puesta en funcionamiento de la regasificadora de El Musel, la rebaja en julio del peaje del Huerna, la promesa de recuperación del empleo perdido en Alu Ibérica, un mayor apoyo económico para el castigado sector agroganadero y un replanteamiento, sin concretar, del plan de control del lobo. En el debe del recorrido capitalino de Barbón, cuyo nombre se repite en las quinielas de “ministrables” en caso de una próxima crisis de gobierno, cabe apuntar que no haya arañado un calendario definitivo para el traspaso de los terrenos de la Fábrica de La Vega, en Oviedo, o la Ronda Norte, que tanto necesita la capital del Principado. A principios de julio visitará Asturias la ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera. Buen momento para que la principal promotora de la descarbonización demuestre el verdadero compromiso del Gobierno del que es vicepresidenta tercera con esta tierra.

A menos de un año para las próximas elecciones, Asturias debería poner oído atento al aviso a navegantes que emana de los comicios andaluces. Y el Ejecutivo de Pedro Sánchez, en lugar de enrocarse y acelerar medidas anticrisis a la desesperada, haría bien en plantearse un giro en los apoyos que sustentan su Gobierno, cada vez más insostenible. Lo que los ciudadanos demandan, y así se pone de manifiesto en el sondeo electoral antes citado, son acuerdos entre los principales partidos para sacar al país de una crisis que después del verano podría desembocar en una nueva –y esta vez trágica– recesión.