Bustio (Ribadedeva),

Ignacio PULIDO

Sin prisa pero sin pausa, las aguas del río Deva se conjugan con el Cantábrico en la ría de Tinamayor tras acariciar los Picos de Europa. Considerado por los prerromanos una divinidad de la naturaleza, este curso fluvial adquiere tintes de carácter más mundano en su último tramo dónde, desde hace décadas, el hombre lucha contra los elementos para arrancar al mar un sustento. Relegado a un segundo plano el componente místico, sus aguas son escenario de las labores del puerto de Bustio, que durante los dos últimos años ha renovado su fachada. Con este reportaje, LA NUEVA ESPAÑA inicia una serie sobre los puertos pesqueros del Oriente.

Desde el inicio de la actividad pesquera en esta zona, el puerto -sito en el canal de El Mazo- nunca contó con muelle y las lanchas eran amarradas en embarcaderos o pantalanes de madera construidos por los propios marineros. Entre otras labores, Bustio desempeñó también funciones comerciales, importando vino o bacalao y exportando maderas, duelas, frutos secos y minerales de los Picos de Europa.

Joaquín Peñil, jubilado de 75 años, vivió gran parte de su vida a escasos metros de la orilla del canal. «Mis diez hermanos y yo vivíamos con nuestros padres al lado del puerto, donde jugábamos lo poco que podíamos», comenta. Con tan sólo 12 años, Joaquín se hizo a la mar -al igual que todos sus hermanos-, siguiendo los pasos de su progenitor. «Mi padre fue el primero en pescar langosta en estas aguas. Llegó de Suances y se asentó aquí», rememora, mientras señala el hogar que le vio crecer.

Durante la década de los 40, la flota de Bustio contaba con 9 embarcaciones y 50 marineros que tenían que convivir cada jornada con las malas condiciones del puerto. «Se debía de salir en pleamar. En bajamar no había calado y las lanchas se varaban. Por lo general nos dedicábamos a la pesca de langosta, ahora no hay apenas», señala Joaquín Peñil, y puntualiza que las condiciones de trabajo eran nefastas. «Pescábamos con unas cestas de avellano llamadas "nansas". Con este arte las capturas eran pocas, pero esto cambio con los "miños", unas redes de tres mallas, hoy día en desuso», indica Peñil. En tiempos de necesidad el ingenio se agudiza. Joaquín Peñil fue partícipe de esta perspicacia a mediados del siglo pasado. «Poníamos a las lanchas motores que comprábamos en desguaces, fundamentalmente de Citröen B12. Sólo pescábamos en verano, las embarcaciones no servían para el invierno».

Los albores de la década de los 80 supusieron para Bustio el nacimiento de la «Cooperativa de Tinamayor», en la que se enmarcaban profesionales de Ribadedeva, Unquera y Molleda. Con posterioridad, se fundó la cofradía de pescadores y en 1990 se erigió el muelle del Curtido, el primero del puerto en toda su historia.

A día de hoy, la cofradía aglutina a 7 embarcaciones, en las que faenan unos 35 pescadores. «El número de lanchas y de pescadores ha disminuido, pero se ha aumentado en tonelaje y potencia», señala el patrón mayor Felipe Peñil.

En los dos últimos años el puerto ha sido dotado con un nuevo muelle, conservándose tan sólo un pantalán de madera y las instalaciones de la lonja han sido mejoradas. A pesar de todo, el acceso a la ría sigue siendo muy peligroso y en ocasiones es necesario amarrar en San Vicente de la Barquera, e incluso en Santander. «Las obras han sido muy complejas dada la escasez de firme», comenta Felipe Peñil, el cual afirma que tan sólo sería necesario disponer de un carro varadero y la instalación de luces de filiación en la bocana de la ría para que el puerto estuviese completo.