Covadonga (Cangas de Onís), Alba SÁNCHEZ R.

El Gran Hotel Pelayo de Covadonga revivió en el día de ayer el esplendor con el que fue concebido y su inauguración, en el año 1909, para el disfrute de las corrientes turísticas más acomodadas de la época. El programa de actos comenzó con una ofrenda floral a la Santina, para agradecer que, después de cien años, el hotel del santuario siga siendo testigo de la llegada, cada vez más numerosa, de peregrinos al real sitio. El abad de Covadonga, Juan José Tuñón, expuso durante la ofrenda que el Gran Hotel fue testigo en estos años de «cómo iba creciendo la fama de la Santina y extendiéndose por encima de las fronteras y de cómo, gracias al significado de Covadonga y a la belleza de estas montañas, la comarca entera encontraba en el turismo una nueva forma de vida».

Tras la ofrenda, los asistentes, entre los que estaba la consejera de Administraciones Públicas y portavoz del Gobierno, Ana Rosa Migoya, disfrutaron de un concierto en la colegiata de San Fernando. Después llegó el momento más emotivo: el descubrimiento de una placa conmemorativa en la puerta principal del hotel, en la que se recuerda el año de su inauguración, 1909.

Asimismo, el hotel celebró la jornada con la apertura de una exposición sobre su historia. Incluye una vitrina con la cubertería original de plata de los inicios del hotel, restaurada para las celebraciones del centenario. Hay también vitrinas que exponen los recuerdos que, a principios del siglo XX, se vendían en una tienda habilitada por el propio hotel, con productos únicos, para los numerosos peregrinos que se acercaban por el real sitio.

El Gran Hotel tampoco ha querido olvidarse en la exposición de los momentos de convivencia directa con el parque nacional de la Montaña de Covadonga, que en 1995 se convirtió en el parque de los Picos de Europa. El hotel llegó a tener una secretaría exclusiva para el parque. El director del hotel en los años veinte de principios del siglo pasado, Enrique Álvarez Victorero, del que se decía que era primo del impulsor del parque, Pedro Pidal, fue un visionario de su época, además de políglota y alpinista, que supo impulsar el real sitio y su pertenencia al parque nacional. El Gran Hotel contaba en 1918 con una gran colección naturalista de lo que hoy se conserva una vitrina con tres perdices.