Llanes, Ramón BATALLA

La exposición «Llanes y la invasión napoleónica», inaugurada el 31 de octubre del año pasado en la Casa Municipal de Cultura de Llanes, ya ha sido visitada por cerca de 9.000 personas. Fue, sin duda, uno de los atractivos del programa cultural del Ayuntamiento durante este verano. En su patrocinio ha colaborado Cajastur.

La muestra, de producción propia, recuerda los terribles años de la invasión napoleónica y se ha completado con la publicación de un libro-catálogo. Su hilo conductor es la crónica del sacerdote Lorenzo Simón González, beneficiado de la iglesia de Llanes, que fue testigo del día a día de la ocupación. Este texto, fechado el 17 de diciembre de 1813, había sido recuperado hace más de 40 años por Elviro Martínez y se presenta ahora, resumido parcialmente, en vistosos paneles ilustrados.

El comisario de la exposición y coordinador, a su vez, de la edición del libro-catálogo es Higinio del Río, director de la Casa de Cultura de Llanes y colaborador de LA NUEVA ESPAÑA, que ha planteado un guión que facilita a los visitantes el recorrido por un importante y desconocido período histórico. «Es de destacar», manifestó Del Río, «el buen trabajo del ilustrador que elegimos: el pintor local Javier Ruisánchez, profesor de técnicas de diseño gráfico en la Escuela de Arte de Valladolid. Este artista ha sabido dar a las imágenes el lenguaje de cómic que pretendíamos».

Las tropas del emperador Napoleón llegaron a Llanes el 22 de noviembre de 1808 y se acuartelaron en el antiguo convento de las monjas agustinas de La Encarnación (el actual hotel Don Paco). Estuvieron en Llanes 18 meses no consecutivos, hasta junio de 1812. «La tropa enemiga», relata Lorenzo Simón en su crónica, «se entregó al desorden, cometió mil excesos con las gentes que encontraron escondidas por las cuevas y pajares, y es imposible explicar la pena y aflicción en que todos se vieron; muchos se salvaron subiéndose a los montes de noche por medio de las nieves, prefiriendo la compañía de las fieras a la de los franceses». Frente al invasor, el pueblo llanisco organizó la resistencia mediante grupos de guerrilleros capitaneados por Blas Posada del Castillo (padre del que habría de ser un destacado político en el siglo XIX José Posada Herrera) y por un labrador de Queduru (Nueva) apodado «Zapatinos».

Higinio del Río, invirtió más de un año en materializar su proyecto de exposición y para ello encontró el apoyo de dos anticuarios establecidos en Madrid. Por un lado, el alemán Arnaldo Bell, especializado en armas y uniformes militares, y por otro, Ramón Amieva Alonso, natural de Meré, experto en pintura del siglo XIX. En la muestra se puede ver abundante material francés de campaña, como una bandera, el casco y la coraza de uno de los temibles «dragones» de la caballería gala, bayonetas y casacas de soldados de infantería, así como un cañón de las tropas de Carlos IV, todo ello aportado por Bell. Ramón Amieva, por su parte, ha cedido una colección de grabados, en los que aparecen retratos de José Bonaparte (el rey impuesto, al que sus súbditos llamaban «Pepe Botella») y, sobre todo, del emperador Napoleón. Se exponen también los libros de actas del Ayuntamiento llanisco de aquella época.

Desde el primer momento, Higinio del Río se había propuesto dedicar un capítulo al papel que jugaron en Llanes los ingleses, como repentinos aliados de los españoles, desde el momento mismo en que el Principado de Asturias declaró la guerra a Francia, el 26 de mayo de 1808. «Me fue muy útil el libro "Las relaciones entre la Junta General del Principado de Asturias y el Reino Unido en la Guerra de la Independencia"», de Alicia Laspra Rodríguez, editado en 1999», señaló el comisario de la exposición. «De varios informes británicos seleccioné las frases referidas a Llanes que me parecieron más interesantes. Por ejemplo, una del diplomático John Hunter, de un comunicado enviado desde Gijón al secretario del Foreign Office, George Canning y fechado en junio de 1808: "El sábado 11 de junio salimos de nuevo por la mañana temprano y hacia las nueve llegamos a Llanes, donde encontramos otros 1.000 campesinos armados al mando del capitán Dringol del Regimiento de Hibernia. El viento volvió a estar a favor ese día y el catamarín llegó a Llanes por la tarde" ». En este apartado se incluyen las reproducciones de un retrato del ministro inglés de Asuntos Exteriores y de un mapa de operaciones de las fuerzas expedicionarias británicas firmado por el general James Leith el 12 de septiembre de 1808.

Paralelamente se programaron en la exposición numerosos talleres didácticos. Las actividades infantiles, conducidas por la monitora Cristina Peñil, tuvieron lugar en un espacio acotado por dos grandes figuras troqueladas, la de Zapatinos, y la de un soldado de Napoleón, perfectamente pertrechado.

Los colegiales aprendieron divirtiéndose: descubrieron misterios del pasado, identificaron rincones de la villa donde se produjeron los hechos relativos al tiempo de la ocupación, compusieron puzzles, se disfrazaron (de invasores unos, y de patriotas llaniscos otros) e improvisaron coros para cantar. «A partir de la estrofa de un cantar patriótico dedicado a uno de los jefes de la defensa guerrillera, que recogió la escritora María Luisa Castellanos en su libro "Llanes, baluarte de gracia", editado en México en 1963, cambié la letra y compuse dos coplillas sencillas, para que los chavales las cantaran a grito pelado al final del taller», explicó Higinio del Río. La que entonaban los guerrilleros llaniscos dice así: «La partida de Zapatinos / no quier escondese en Pancar, / sino ponese, juntinos, / a echar franceses al mar?».

Pero más difícil lo tenían los escolares que hacían el papel de invasores, ya que al cantar tenían que pronunciar las erres como suelen hacerlo los franceses: «Los soldados del Empegadog / coguiendo van a Pancaj, / pues a Zapatinos quieguen cogej, / pa decijle "ojvuaj, ojvuaj"».

En los talleres didácticos participaron 44 grupos escolares: 799 niños y niñas, en total.