Posada (Llanes),

Ramón DÍAZ

La primera vez que María Teresa Llaca Álvarez dio una vuelta con su flamante Vespa por Posada de Llanes, en el año 1954, todo el pueblo salió a mirar. Sorprendida por aquella expectación, volvió a casa, cogió su bicicleta e hizo el mismo recorrido, pero entonces nadie la miró. Concluyó así que no salían a verla a ella, sino a su moto. María Teresa Llaca fue pionera en muchas cosas, también al utilizar una Scooter en una época en la que muy pocas mujeres en España se «atrevían» a llevar una moto y casi todas se limitaban a ir «de paquete».

El Club Vespa-Lambretta de Llanes homenajeará el próximo sábado a esta maestra nacional, que ya ha cumplido los 90 años, pero que mantiene una vitalidad y una lucidez mental extraordinarias. Los miembros del club llanisco irán en sus Vespas hasta Posada, donde reside la veterana «motera», y la «escoltarán» hasta el restaurante Colón, en la capital del concejo, donde se celebrará una comida, en el transcurso de la cual será nombrada socia de honor.

María Teresa Llaca empezó a viajar en moto en 1953. Sólo ha tenido dos accidentes. Y el primero de ellos ocurrió, según cuenta con gracia, porque la tiraron de la Vespa «dos burros, uno de cuatro patas y otro de dos». Destaca que no sintió el acoso machista por viajar en moto, pero sí por vestir pantalones.

Fue maestra desde 1945 hasta que se jubiló, en 1984. Llegó a la enseñanza de casualidad: estudiaba Ciencias Químicas, pero en tercero de carrera se le cruzó una oposición. La aprobó y empezó a ejercer de maestra de escuela. Primero, en prácticas, en Guadalajara. Después, ya siempre en Llanes: dos años, en Ricaliente, catorce en Niembru y los últimos veinte en Posada.

Ha enseñado a cientos de niños y niñas, asegura que volvería a ser maestra de escuela y relata con orgullo que nunca un alumno le faltó al respeto. Quizá porque ella también respetó siempre a los niños. Afirma que en las cuatro décadas en las que ejerció fueron cambiando los libros y los problemas, pero ella fue «siempre la misma».

Hija de emigrante, nació en Tampico (México) y llegó con cinco meses a España. Vivió en Valladolid y Madrid, pero siempre acudía cada verano a Asturias, donde estaban sus raíces: su padre había nacido en Turancias y su madre era ovetense. Además de en la escuela, daba clases particulares en casa. De hecho, hace apenas tres años enseñó a leer a un niño de 6 años. Un chaval «muy inteligente», porque en sólo unos meses ya era capaz de leer tebeos con soltura. «Nunca es tarde para aprender», asegura.

Amante de las matemáticas y la música, «doña María Teresa», como le decían sus alumnos, ha sido una viajera empedernida. Guarda, perfectamente archivadas, miles de diapositivas de todos los rincones de España. También postales. Viuda desde hace años, tiene veinte sobrinos y vive en su casa de Cuatro Vientos, con sus dos perros, «Karina» y «Pitufo». Y con su Vespa.