Llanes, María TORAÑO

Con la frase «Asturias, la rieta xida» comienza en xíriga el himno del Principado. Ésta será una de las canciones que aprenderán los niños participantes en el programa «Sábados en la biblioteca» de la Casa Municipal de Cultura de Llanes, que dedica este mes de febrero a las singularidades del argot propio de los tejeros del concejo. Además de aprender canciones, los más pequeños realizarán ejercicios de manualidades -pintura de cuadros, decoración de tejas y elaboración de puzzles- y se introducirán en el conocimiento de la historia y de algunas palabras del vocabulario de la xíriga.

La actividad se concibe como una propuesta complementaria y dirigida a los niños, en relación con el cuarto taller de xíriga, que arrancó el pasado lunes dentro de los cursos municipales de este año. «Año a año se mantiene el interés y superamos los veinte alumnos», explicó el director de la Casa de Cultura, Higinio del Río, impulsor de este taller, en el que la historia y el vocabulario se mezclan con los testimonios en primera persona de algunos de los que desarrollaron el oficio de tejeros, últimos representantes de una forma de trabajar casi olvidada, a pesar de no estar tan lejos en el tiempo como puede parecer.

Tito Celorio y Juan Ríos -ambos tejeros en su juventud- presidieron la primera sesión de este curso, que continuará durante otros tres lunes, hasta finales de este mes. Ambos compartieron mesa con Ramón Melijosa, conocedor del vocabulario propio del oficio, que recopiló en un diccionario que contiene más de 600 términos como «morranchu» (chiquillo), «guilfa» (llave), «zaramoa» (patata) o «charran» (diablo). Precisamente una de las características «clave» que diferencia a la xíriga de otras jergas profesionales es que en el habla de los tejeros se incluyen todos los aspectos de la vida y no sólo sus herramientas o lugares de trabajo. Los tejeros desarrollaron esta peculiar forma de hablar para entenderse sólo entre ellos y defenderse en alguna medida de las duras condiciones que sufrían con el trabajo estacional en otros lugares de Asturias y en comunidades como Castilla y León o el País Vasco.

«La primera vez que salí a trabajar fue a Cangas de Narcea, cuando tenía 11 años», relató Tito Celorio, natural de Vibañu. Este tejero desempeñó las labores de pinche en una tejera de la sierra de Santa Flor y se encargaba de cocinar o de ir a recoger el pan tres veces por semana al pueblo que estaba más cerca de la tejera, a unos siete kilómetros de distancia. Las cuadrillas solían estar formadas por siete hombres y el trabajo era de sol a sol. «Algunas veces tirabas una piedra pequeña o algo así a alguna de las máquinas para trabarlas y lográbamos descansar un rato hasta que lo arreglaban», explicó Celorio, quien trabajó en Cea y La Robla (León), Saldaña (Palencia), Orejo (Cantabria) y Pino de Bureba (Burgos), entre otros lugares.

El mes de febrero era una época clave para los tejeros ya que se celebraban las ferias de La Candelera, en Posada, y de Santa Dorotea, en Balmori. Estas citas eran el marco en el que los patronos elegían a las cuadrillas de tamargos o tejeros para la próxima temporada y dejaban establecidos los contratos.

La xíriga, a diferencia de otros argots, que mueren con la actividad en la que surgen, ha perdurado en el tiempo. De hecho, aún pueden escucharse a menudo palabras sueltas, e incluso conversaciones, en xíriga en algunos rincones del concejo llanisco, principalmente en los valles de San Jorge y Ardisana. Buena parte de los varones de estos dos valles llaniscos, incluso los más jóvenes, conocen al menos algunas palabras de la xíriga. Y no es raro que utilicen ese argot cuando desean que alguna persona foránea presente no entienda sus palabras. La xíriga es una habla basada en el asturiano de Llanes, aunque tiene influencias del vascuence.