Colombres (Ribadedeva),

Rebeca AJA

La construcción de una central nuclear en Santillán (Cantabria), muy cerca del límite con Asturias, llegó a ser casi un hecho en la década de los setenta del siglo pasado. Tanto es así que, en el seno de muchas familias asturianas y cántabras que en esa época empezaban una nueva vida laboral lejos de su tierra natal, en la recién inaugurada central nuclear de Santa María de Garoña (Burgos), crecía la esperanza de un pronto acercamiento a sus lugares de origen. La compañía promotora del proyecto, Electra de Viesgo, parecía tenerlo todo listo. La todavía inexistente instalación de Santillán ya contaba, incluso, con un equipo directivo, liderado por asturianos. También con promesas laborales que, como el propio centro de trabajo, nunca llegaron.

Joaquín Fernández es asturiano de Oviedo aunque con raíces familiares en Colombres (Ribadedeva), villa donde hubiera establecido su residencia definitiva hace treinta años de no haber fracasado los planes nucleares de Viesgo. Pero terminó residiendo en la localidad burgalesa de Miranda de Ebro, a donde llegó en 1969 como empleado de la central nuclear de Santa María de Garoña, inaugurada en 1970. Con un pie en Burgos pero con miras de volver a Asturias, Fernández recupera para LA NUEVA ESPAÑA algunos episodios de un asunto gestado para Cantabria pero que terminó siendo cuestión de Asturias. «Me fui a Garoña, donde estaba muy contento pero aún más al saber que había la posibilidad de venirme a vivir a Colombres, al prometerme el traslado a Santillán en cuanto estuviera funcionando la instalación», señaló Fernández, jubilado de la central burgalesa. Recuerda como su caso no fue el único, puesto que muchos empleados cántabros en Garoña, y alguno más asturiano, encarrilaron sus expectativas laborales hacia Santillán, «incluso hubo quien llegó a comprar casa en San Vicente de la Barquera», añade Fernández.

Joaquín Fernández tira de memoria para tratar de dibujar el ambiente laboral que generó el plan energético de Electra de Viesgo en territorio asturiano. Entre los recuerdos que afloran cita un primer momento de aceptación social del proyecto en Ribadedeva y, también, en la vecina localidad fronteriza de Unquera, sobre todo entre empresarios del sector servicios. A un lado y otro del río Deva llegó a plantearse la cesión de terrenos para la construcción de viviendas para los empleados de la central. «Luego fue mayoritario el movimiento en contra, hasta en la Calle Uría de Oviedo llegó a haber carteles en contra de la central».

En Cantabria hay quien recuerda el contraataque de la compañía eléctrica para aminorar la creciente oposición social y, también, política al proyecto de Santillán. Electra de Viesgo impulsó una campaña propagandística que incluyó viajes organizados a la central nuclear de Garoña con el fin de mostrar a la ciudadanía y las fuerzas vivas de la comarca occidental de Cantabria y oriental de Asturias las ventajas del proyecto que lideraba, presentándolo como un revulsivo de la zona. El rechazo vecinal y de alcaldes cántabros y asturianos enfrió, en 1976, los planes energéticos.