Villa (Llanes),

Juan Antonio Valladares estudió Biología y tras varios años en Madrid regresó a Asturias y se instaló en la localidad llanisca de Villa, donde cría vacas casinas. Convencido de que la ganadería necesita recuperar su papel prioritario en la sociedad actual, participa como coordinador en la Plataforma de Ganaderos Extensivos Asturianos.

-¿Cómo surge la Asociación de Ganaderos Trashumantes?

-Salió del Foro Asturiano para el Conocimiento y el Desarrollo del Medio Rural. Nos dimos cuenta de que la ganadería extensiva no estaba bien representada y había que hacer algo más específico. Fue hace un par de años y decidimos crear una estructura más sólida. El siguiente paso fue crear la Plataforma de Ganaderos Extensivos Asturianos (GEA).

-¿Con qué finalidad?

-Se nos ocurrió contactar con las asociaciones locales que estaban más o menos dormidas. Fue muy exitoso y conseguimos que se unieran más de la mitad. Está claro que hemos avanzado más en estos dos últimos meses que en los dos años que llevamos trabajando porque la unión hace la fuerza y cuando le enseñas a la Administración un documento en el que además de la firma del AGTA aparecen un montón de asociaciones te hacen más caso.

-¿Cuántas asociaciones hay en la plataforma GEA?

-Por ahora somos siete. La de Ganaderos Trashumantes, la Asociación de Ganaderos Lenenses (AGALE), la Asociación de Ganaderos y Pastores del Oriente (APGOA), Asproal-33, la Junta Administrativa Puerto Sueve, la Mancomunidad de Montes Propios de Monte Llosorio y la Unión Rural Allerana y Comarcas del Alto Nalón (URACAN). Todas son muy diferentes y cada una puede aportar algo al conjunto.

-¿A cuánta gente representan?

-Aproximadamente estamos cerca de las 1.000. Es una barbaridad porque en Asturias habrá unos 4.000 ganaderos extensivos y sorprende que haya tantos asociados. Es un número importante y se pueden hacer muchas cosas.

-¿Qué primeros pasos dan?

-Con una estructura seria y formal hemos ido a las consejerías de Medio Rural y de Medio Ambiente a exigirles una reunión a cada una. La de Medio Rural ha dado sus frutos. El día 15 se cumplió el mes de plazo para que Medio Ambiente nos contestase, así que esta semana nos reuniremos para ver qué hacemos. Si no nos atienden suponemos que no les interesamos y actuaremos en consecuencia.

-¿Qué demandan?

-Que se nos considere interlocutores válidos y que se nos escuche. Que no nos den planes mascados, ni miserias o propinas. Queremos ser objetivos prioritarios porque la producción agropecuaria se merece que le den la importancia real que tiene. Queremos recuperar y subir puestos en la escala de prioridades de la administración.

-¿Conseguir la cohesión entre tantas asociaciones ganaderas puede considerarse un logro?

-Por supuesto, somos un colectivo muy difícil de unir y de articular necesidades. Ese ha sido uno de los logros de la plataforma. Hemos conseguido una estructura que tiene un pie en el mundo moderno y otro en el trabajo diario para que nos escuchen.

-¿Cómo ve las quemas controladas en la actualidad?

-Son insuficientes, no hay más que echarle un vistazo al monte. La cultura de la quema es milenaria y se está perdiendo el control porque la gente quema furtivamente y no se transmiten los conocimientos. El fuego no se puede demonizar pero tampoco usarlo a lo loco. Está claro que es un arma de gestión que se puede usar con todo el soporte científico y ecológico.

-¿Sigue siendo el relevo generacional uno de los principales problemas del sector?

-Es el problema principal según la visión de los propios ganaderos. Un porcentaje de los chavales seguirían la actividad pero se echan para atrás antes de empezar a trabajar por la burocracia. Las cosas están organizadas de tal manera que las propias normas asfixian al personal.

-Otro de los problemas comunes son los lobos...

-Ahí hay que hacer un plan serio y profundo. Que se siente un ecologista razonable con datos científicos, no románticos ni pasionales. Es muy guapo ver al lobo correr y saber que los hay, pero no se puede obviar el problema y aquí no hay ninguna empatía con el ganadero. Hay que medir muy bien la población de manera que los daños que se quieran asumir se paguen bien e inmediatamente. Es un suplicio cuando hay un ataque porque la realidad es que la burocracia te marea. Vale más el tiempo de ir y venir que lo que te dan por la vaca que perdiste. Además, el ganadero siempre queda como sospechoso de hacer trampas o de que se las comió un perro asilvestrado, pero ese perro también será responsabilidad de alguien. No nos podemos sentir sospechosos porque somos las víctimas de la situación. El día que se pille a un tramposo que se actúe, por supuesto. Lo que no puede ser es que cualquier individuo honrado tenga que dejar su ganadería por los ataques del lobo. No soy partidario de exterminar a ninguna especie pero sí de hacer un plan bien pensado.

-¿Hacia dónde va el sector?

-Puede sonar alarmista pero la ganadería se puede ir pronto a pique ya que la situación es delicada. Actualmente las iniciativas para salvar al sector están muy desvinculadas de la realidad. Hay buenas iniciativas, como la de los contratos territoriales, pero se hacen sin tener en cuenta a la otra parte, y demasiado exigente desde el punto de vista burocrático. Sin embargo, soy optimista porque creo que tiene solución y hay mucha gente vocacional.

-¿Cuál es el camino ideal a seguir?

-Habría que diseñar un plan en el que lo prioritario sea la ganadería, no uno que la toque colateralmente. Ver qué producción de verdad se necesita para que el país sea autónomo desde el punto de vista de la autonomía alimentaria. Debemos diseñar una estrategia que haga más rentable la ganadería y eso pasa por el cooperativismo. Habría que coordinar desde la Administración directamente, y no a base de normas que apoyen virtualmente, una red de cooperativas y de distribución, de transformación y diversificación de los productos, y enriquecer el propio medio rural con esas iniciativas que generarían trabajos directos.

-¿Qué papel cumple la ganadería en tiempos de crisis?

-Ahí se ve bien que estas ideas no son una mera tontería romántica. Cuando hay una crisis el mundo rompe por algún sitio y hay que comer. Las tuberías y las casas de los turistas no se comen. Un país que abandona totalmente a su suerte el medio productivo está regentado por estúpidos, con todos mis respetos. Con el bajón de la construcción muchos chavales que eran del campo y estaban de peones están volviendo a las explotaciones. El día que el petróleo sea de verdad caro la ganadería intensiva que desde 12.000 kilómetros te llena de alimentos se acabará. Si ahora la extensiva y local parece más cara y te la cargas, cuando sea necesaria no tendrás nada porque no se puede inventar la cultura agraria si no quedan referencias detrás.

Perfil

Un doctor en la montaña

Juan Antonio Valladares (1966) se crió en Poo de Llanes y, a pesar de que no procede de familia ganadera, sus inquietudes siempre le llevaron al monte, a la vida más autosuficiente y en contacto con la naturaleza. Cuando tocó ir a la universidad se decantó por la licenciatura de Biología en Madrid y terminó doctorándose en Ecología Humana con una tesis titulada «Los movimientos trashumantes en el territorio asturiano. El brañeo como vestigio de una forma de vida secular». Los estudios le sedujeron de tal forma que convirtió lo teórico en su forma de vida. A pesar de la agonía crónica del sector, es optmista y tiene claro que los ganaderos aún tienen mucho que decir.