Ni Manolo Escobar en el Auditorio, ni Joaquín Sabina en El Bibio, ni la Pantoja en la Laboral? Ninguna de esas taquilleras estrellas de la canción alcanza, como espectáculo de masas, la fuerza de atracción que está teniendo la construcción del puerto deportivo de Llanes. Éste sí que es, en verdad, un reclamo turístico-cultural vigoroso (y gratuito) entre todos los que se ofrecen este año en Asturias. Una colosal obra, sin precedentes, que tiene la plástica de un decorado de Cecil B. De Mille y ante la cual lugareños y turistas se quedan impresionados con toda razón.

El puerto interior de Llanes, pese a sus reducidas dimensiones, siempre ha sido una escenografía de poderosos efectos visuales, pero ninguna mejora introducida en él había tenido la intensidad cinemascópica y estereofónica que tiene ahora. Proyectos de este género -que, por razones obvias, han de ejecutarse contando con la bonanza del tiempo estival- son un espectáculo en sí mismos y convierten al espectador en copartícipe de un hecho histórico. La antigua lonja, por ejemplo, inaugurada en marzo de 1936, fue objeto de general admiración, del mismo modo que, cuatro años antes, lo había sido la edificación del «Borinquen» (dos ejemplos de la modernidad racionalista, debidos al inspirado arquitecto Joaquín Ortiz).

Ni los gatos pardos pierden detalle hoy en Llanes de la acción frenética de las excavadoras y camiones, en una coreografía de sonidos acompasados y movimientos rítmicos y armónicos que parece como ideada por Pina Bausch. Tan interesante como fijarse en los detalles de la obra resulta comprobar el semblante de la gente que se asoma a las barandillas. (La expectación ante la construcción de las pirámides de Egipto no debió de ser muy distinta a esto).

Entre bambalinas, en el alma de cada roca borrada por el taladro y de cada metro cúbico de arena extraído, quedan muchos secretos escondidos, como la lejana presencia de Laurent Vital (el cronista que llegó en 1517, formando parte del séquito del príncipe Carlos), el recuerdo del modesto Sablín (una playa casi imperceptible, sin la prestancia de las otras playas del concejo) o las escenas rodadas por allí para la película «Porque te vi llorar», el primer gran éxito del cine español tras la Guerra Civil. Entre todos esos secretos quizá el más sugestivo sea el de «El Criminal», que está unido a una de las grandes reformas portuarias hechas con anterioridad: la prolongación del espigón de la Osa (la Barra) fue en los años treinta la más ambiciosa obra pública que se acometía en Llanes en el primer tercio del siglo XX, pero la guerra de 1936-1939 interrumpió los trabajos. El contratista era un gijonés, Antonio Sánchez Álvarez, apodado «El Criminal», que vivía solitariamente a pie de obra en una casa gris levantada cerca del Sablín. A principios de 1937, el Comité del Frente Popular trataba de averiguar la procedencia de una emisora de la Quinta Columna que emitía desde la villa, y consiguió localizarla: la persona que se ponía en comunicación por radio con los nacionales y transmitía información sobre movimientos de tropas y almacenamiento de material bélico, que luego aprovechaba la aviación facciosa para sus ataques, era, presuntamente, Antonio Sánchez Álvarez. Fueron a detenerle unos milicianos a la casa gris, y el contratista, en cuanto los vio, salió corriendo en dirección al morro de la inacabada Barra, se tiró a la mar y pereció ahogado. La terminación del espigón no se produciría hasta bien entrado el año 1945.