Brengues (Cangas de Onís), Alba SÁNCHEZ R.

«Vares», «facines», «balagares» o «palanques» son algunos de los nombres que se utilizan en el campo asturiano para designar los montones de hierba que los segadores colocan alrededor de un palo largo, clavado en el suelo, tras la siega veraniega. Las varas de hierba están desapareciendo, a causa de los nuevos sistemas de almacenamiento con plástico. Pero Amado Solís Pérez, taxista jubilado aunque siempre ligado al campo, se resiste a que desaparezcan y todos los años construye sus peculiares «palanques» en miniatura, con la idea de contribuir a que las generaciones más jóvenes no pierdan ese aspecto de una cultura milenaria.

Antes, este cangués de Brengues levantaba «palanques» de hasta siete metros de altura; ahora los hace de menos de un metro y medio. Estas miniaturas son fruto de la casualidad, pues un buen día, hace unos cuatro años, estaba segando el prado de los alrededores de su casa de Brengues y le sobraba la hierba de una esquina, ya que tenía la tenada hasta los topes. Entonces decidió hacer una pequeña «palanca». Tras finalizar la obra, la remató con un gorro piragüero, sobrante del Descenso del Sella de ese año.

Y le entró el gusanillo. Primero hizo uno, luego otro más pequeño, y así hasta cuatro, el último de apenas unos treinta centímetros de alto. Luego construyó otro en una esquina del huerto y así hasta completar su actual colección, integrada por unas siete «palanques». Llaman la atención. Desde entonces, muchas de las personas que pasan junto a su casa se detienen y sacan unas fotos, a veces sólo a las «palanques»; otras, de toda la familia junto a las varas de hierba.

La mayoría de los turistas quieren inmortalizar el momento, pero incluso muchos de ellos, reconociendo la importancia de su trabajo o su singular «hobby», sacan fotografías y le piden permiso para utilizar la imagen e incluirla en calendarios o revistas. Amado Solís Pérez siempre da su consentimiento.

Solís, aunque vive en la villa parraguesa de Arriondas, no puede dejar de ir todos los días a su casa natal canguesa, donde no sólo tiene huerto y árboles frutales, sino algún que otro animal.

Algunas de las «palanques» ya tienen tres años, ya que se conservan a pesar de las lluvias o nieves de los inviernos. El taxista jubilado espera que su nieto, Artión Solís, que ahora tiene 2 años, aprenda algún día a hacer palanques y comparta algunas de sus aficiones, como la transformación de varas de avellano en «guiadas».