Ribadesella, Bárbara MORÁN

José María González Varas tiene una pasión confesable: le pierden las motos antiguas. Admite que ha tenido y tiene muchos «flechazos» de dos ruedas. Amores a primera vista que, tras insistir al propietario de la desvencijada moto en cuestión o ir atento al pasar por un basurero o escombrera, han cuajado. Asó ha logrado este riosellano, en treinta años, atesorar una preciada colección de motocicletas. Nacido en el pueblo de Abéu, «Chichi», que así es como lo conocen sus amigos y vecinos, tiene un gran tesoro, para él, el mayor que podía tener: una flamante colección de veinticinco motos clásicas que él mismo ha restaurado y rescatado de lugares muy dispares. Recuerda como consiguió cada una de sus joyas y como las restauró.

¿Qué se siente conduciendo motos ideadas en los años treinta, cuarenta, cincuenta y sesenta del siglo pasado? «Conducirlas es pura adrenalina porque sientes más la conducción. Sabes que te puedes quedar tirado o tener alguna avería pero que tú mismo puedes arreglarla por la sencillez de los motores. Ahora todo va automatizado, confesaba ayer «Chichi» mientras recorría la sala de exposiciones de la Casa de la Cultura de Ribadesella, en la que hasta el próximo día 30 «compartirá» a sus «chicas» con todo el que desee viajar al pasado.

Muchos tienen afición a la pesca, otros al póker, la de este riosellano es rescatar reliquias de dos ruedas que marcaron época. Por amor a las motos «Chichi» se desvive y ha dedicado miles de horas de su vida a devolver el glamour que imperaba en los años de su juventud a las actuales carreteras.

En los ratos libres que su empresa de construcción le deja, cualquiera que lo conoce sabe donde encontrarlo; en alguno de sus tres garajes, reparando alguna pieza de sus motos, engrasando motores y, en definitiva, «mimando a mis chicas» bromea «Chichi», al tiempo que defiende a capa y espada la industria motera de aquellos tiempos. «Antes las motos se construían para toda la vida, como cualquier otra cosa. Ahora es otro concepto. El hierro ha sido sustituido por el plástico que es un material de menos calidad y las cosas se construyen con fecha de caducidad, que suele coincidir con el plazo de garantía» destaca el coleccionista.

Sus palabras revelan su gran debilidad y pasión por las motos antiguas. Todas sus joyas han sido restauradas por él. Motor, pintura, chapa, detalles... todo lo rescata el propio coleccionista. «Menos los cromados, el resto es cosa mía, es como una adicción, una droga, empiezo por desmontar la moto y cuando me doy cuenta estoy terminando de restaurarla tras dedicarle cientos de horas», relata.

Veintidós de sus joyas podrán contemplarse en la Casa de la Cultura de Ribadesella durante los próximos días. Ayer, se inauguraba esta exposición, en la que a muchos se les hacía la boca agua al contemplar motos que jamás habían visto y ya preguntaban al coleccionista si alguna de las reliquias expuestas está a la venta. Por el momento, ninguna lo está, aunque «Chichi» que confiesa ser «muy enamoradizo» con las motos antiguas, tampoco cierra puertas. Eso sí, hay algunas que jamás vendería. Una Guzzi Hispania de 1948 encabeza la lista de las reliquias que este riosellano atesora y que no cree que venda «jamás». Hay una razón: la moto Guzzi en cuestión fue la primera que restauró, el «primer amor», que nunca se olvida.

En la muestra hay una Norton 500 de 1937, una Guzzi GTV de las que sólo se fabricaron 50 unidades en el mundo, Ducatti, Vespa y así hasta 22 reliquias. Disfrutar de este viaje al pasado del mundo motero, es gratis. «Hay mucha desinformación sobre el valor de este tipo de reliquias porque hay pocas, muchas se perdieron cuando entró el concepto de que lo viejo era chatarra», lamenta el coleccionista.

Los tiempos cambian y actualmente lo añejo, lo clásico, lo «vintage», las cosas que tienen una historia detrás, empiezan a tener valor para muchos. Este riosellano no lo duda un segundo: «me quedo con las motos de aquellos tiempos».