Porrúa, M. TORAÑO

Los niños pequeños suelen tenerle miedo a diferentes seres, como el hombre del saco y todo tipo de «cocos» que se los llevan si no se terminan la comida o si se portan mal. Son muchos los que, a pesar del paso de los años, siguen mirando debajo de la cama para que nada los sobresalte. Hasta el 27 de octubre, todos esos seres y otros muchos personajes mitológicos asturianos se encuentran en Porrúa en forma de dibujos y acuarelas realizados por María Fernández Rodríguez y explicados a través de textos escritos por Servando Fernández. El salón de usos múltiples del Centro Cultural Llacín exhibe la muestra, que forma parte de las exposiciones itinerantes de Cajastur.

La ferocidad del hombre lobo aullándole a la luna llena con las garras en alto, la arrugada cara de «la Guaxa» y sus colmillos afilados y la espada ensangrentada del «Güercu» junto a su carro de la muerte contrastan con la delicadeza de las rubias doncellas que vigilan los tesoros conocidos como «chalgas». También hay espacio para otros personajes menos conocidos, como los «malinos», que son unos diablos diminutos que se introducen en el cuerpo de las personas para causarles daño y que aparecen representados saliendo de un plato de fabada.

En los paneles explicativos se pueden encontrar referencias a leyendas de diversas zonas de Asturias que coinciden en la descripción de personajes y un profundo análisis sobre las raíces mitológicas del Principado, con continúas alusiones a textos y libros de estudiosos reconocidos. También hay referencias a otras regiones españolas con las que se comparten personajes, como Galicia y el País Vasco, e, incluso, a otros países europeos, como Francia e Inglaterra.

Los «pautos», la «manona», el «pesadiellu», el «diantre'l agua» y los «homones» llenan estos días las paredes de la sala porruana y demuestran que, a pesar del paso de los siglos, aún siguen presentes en nuestros días, aunque sólo sea en forma de representación artística y como esfuerzo por conservar las tradiciones culturales. Estos mitos pueblan la noche, se mueven entre la niebla, salen del mar y del fuego, habitan en los árboles, los ríos y el cielo y conforman un mundo y un paisaje mágicos y misteriosos.

La topografía asturania -plagada de rincones propicios a la fantasía- contribuyó siempre a que prosperasen las creencias en la comunicación con el «más allá», que favorecen la creación de genios y de seres fantásticos con los que hace siglos se explicaban todo tipo de fenómenos. Aunque se ignora la antigüedad de los mitos asturianos, se cree que su aparición está relacionada con el inicio del cristianismo , entre los siglos III y V, según se explica en la exposición. La evolución religiosa y mitológica ha llevado un recorrido paralelo en la mentalidad de los habitantes, que, debido al aislamiento y al atraso económico en el que vivía la región, mantuvo una mentalidad proclive a todo tipo de supersticiones.