Cabrales, Rebeca AJA

El Consejo del Gobierno del Principado acaba de dar el paso definitivo para delimitar el entorno de protección de doce cuevas de Asturias con arte rupestre paleolítico, once de ellas en la comarca oriental y todas ya catalogadas como bien de interés cultural (BIC). Las grutas orientales son las de las cuevas de la Peña del Alba, Los Canes, El Bosque y los abrigos naturales de Falo, Soberaos y Berodia en el concejo de Cabrales; en Peñamellera Alta, la cueva de Coimbre y de Traúno; en Cangas de Onís las de El Buxu y La Peña la Morca; y en Llanes, la cueva de Cordoveganes.

En Cabrales, la cueva de la Peña del Alba y el abrigo de Falo se localizan en la localidad de Poo: la primera es una cueva abierta en dos grandes bocas gemelas, con una tercera de menor dimensión, en la que se localiza un conjunto de grabados de trazos incisos de profundidad variable y dispuestos horizontal, vertical y oblicuamente; en la segunda se conserva un conjunto de grabados paleolíticos consistente en trazos lineales. El abrigo de Soberaos, en Asiegu, conserva dos grupos de grabados con diversos motivos como líneas, un aspa, signos angulares y un posible triángulo. En cuanto al abrigo de Berodia, destaca por los grabados rupestres de trazos angulares y series rítmicas de trazos lineales.

La cueva de Los Canes, en la vertiente sur de la sierra del Cuera, en el mismo sistema kárstico donde se ubican las cuevas de Arangas y el Tíu Llines, es una cavidad única por diversos motivos. Es a unos 20 metros de la entrada donde se localizan las manifestaciones artísticas conocidas por Gregorio Gil Álvarez y Miguel Gutiérrez desde 1972 y objeto de varias campañas de excavaciones arqueológicas entre 1985 y 1998 bajo la dirección del catedrático Pablo Arias Cabal, cuyo equipo volvió a realizar una nueva campaña (la última hasta la fecha) en el verano de 2007. Los estudios han concluido que se trata de un yacimiento único para conocer cómo vivieron los últimos cazadores y cómo apareció la agricultura, para indagar en el proceso que llevó al hombre primitivo, inicialmente cazador-recolector, a dedicarse a la agricultura, la ganadería y la metalurgia. En la cueva de Los Canes y las cercanas de Arangas y Tíu Llines se han rescatado más de 30.000 piezas arqueológicas, algunas sorprendentes como un horno de fundición de cobre, el más antiguo de cuantos se conocen en el norte de España.

La cueva de El Bosque, en Inguanzo, alberga pinturas conocidas desde hace años por los vecinos del pueblo, aunque el interés científico tardó en llegar. En marzo de 1995 la Consejería de Cultura encargó un estudio que certificó el origen paleolítico de las pinturas organizadas en tres paneles: el de los signos, el del uro y el de las cabras.

De parecida tardanza fue el «redescubrimiento» de la cueva de Cordoveganes, próxima a Puertas (Llanes), en la que se han identificado pinturas rupestres de diferencia naturaleza y colorido, destacando el perfil de una cierva pintado en tonos rojizos. La cueva fue descubierta en 1989 por tres vecinos de la zona: Ramón Miyares, José Otero y el actual presidente del PP local, Fidel Sánchez; pero adquirió repercusión científica hace apenas tres años, cuando el equipo de arqueólogos Gaem -José Manuel Morlote y Silvia Santamaría- documentaron el hallazgo durante el estudio de la zona previo a la redacción del proyecto del tramo Unquera-Llanes de la Autovía del Cantábrico.

La calidad con que la pintura más interesante de la serie ha llegado hasta la actualidad es deficiente y la pintura se ha perdido en algunas partes del cuerpo. Se aprecia bastante bien el dibujo de la cabeza y los cuartos traseros y quedan restos de trazos rojos en el lomo y en alguna de las patas. Cerca de ella, el resto de las representaciones artísticas está formado por herméticos signos en negro y manchas rojas localizadas también en diferentes puntos de la galería.

En el concejo de Peñamellera Alta, la cueva de Coimbre sigue aportando nuevos datos casi cuarenta años después de su descubrimiento. Ubicada a mitad de camino entre las localidades de Niserias y Alles, su boca se encuentra en el monte Pendelo o de Coimbre, a unos 70 metros sobre el río Besnes y, aunque bibliográficamente ha quedado registrada con el nombre del lugar donde se abre, en la zona también es conocida como cueva de las Brujas. La gruta es conocida, fundamentalmente, por la interesante serie de grabados rupestres repartidos en varias paredes de la cavidad, destacando el de un bisonte de 1,25 metros de longitud sobre un bloque desprendido y que aprovecha la curvatura natural de la roca para conseguir efectos de relieve. La figura es de gran realismo al distinguirse rasgos del animal (cuernos, testuz, línea dorsal, patas y pezuñas). En 2008, un equipo de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (Uned), en colaboración con la Sociedad de Ciencias Aranzadi de San Sebastián, excavaba, por primera vez, el suelo de Coimbre para intentar establecer la secuencia de ocupación de la cueva. Hasta ahora ha habido tres campañas y se prevé una cuarta para el verano de 2011. Ya hay constatada la ocupación de la cavidad en el Magdaleniense Superior (hace unos 12.000 años).

En cuanto a la cueva de Traúno, ésta se sitúa en las inmediaciones de la localidad peñamellerana de Cáraves, en la ladera sur del Cuera. Es una cavidad de 30 metros de longitud con dos bocas de entrada donde se conserva un conjunto parietal formado por líneas grabadas, de surco profundo en su mayor parte, dispuestas con distinta orientación. No se ha podido certificar a ciencia cierta el origen de estas representaciones al desconocerse la ocupación arqueológica del abrigo, pero, por la comparación con otros grabados parietales, se ha concluido que son de origen paleolítico. En superficie fue descubierta una azagaya de sección cuadrangular con una incisión longitudinal característica del Magdaleniense.

En el concejo de Cangas de Onís, en Coviella, está la cueva de La Peña la Morca. Al pie del Monte de Faes, en la margen derecha del río Sella, se ubica la cavidad conocida por los cuatro grupos de grabados rupestres, de trazos lineales simples. Los investigadores han puesto en relación las manifestaciones de esta cueva con grabados similares de El Covarón, El Cuetu la Mina y Samoreli.

La cueva de El Buxu se sitúa al norte del pueblo de Cardes, en Cangas de Onís. Sus pinturas y grabados fueron estudiados por el conde de la Vega del Sella y Hugo Obermaier, quienes realizaron una exhaustiva publicación de su contenido en 1918. La cueva fue descubierta por casualidad en 1916, por Cesáreo Cardín, protector del conde, que acudió al paraje para investigar otra cueva, la de las Inxanas, y se metió en la de El Buxu por equivocación. El conjunto de pinturas y grabados se compone de caballos, bisontes, cabras y ciervas, así como otras figuras de difícil interpretación y varios signos.