Escritor, autor de «La poesía del mar»

Sevares (Piloña),

Lucas BLANCO

Con treinta y un libros publicados a sus espaldas y muchos más inéditos, la vida de José Ignacio Gracia Noriega, escritor y colaborador de LA NUEVA ESPAÑA, gira en torno a la literatura. Rodeado de más de 17.000 libros, dedica sus días a leer y escribir, a partes iguales, en su casa de Sevares (Piloña), a la que se trasladó ayer hizo tres años, desde su Llanes natal. Escribe valiéndose de su estilográfica y sus antiguas máquinas de escribir y admite que nunca ha usado Internet. «Soy de la época del papel», asegura. Su última obra se titula «La poesía del mar» y ha sido editada hace unas semanas por la Fundación HC Energía.

-¿Cómo surgió la oportunidad de escribir «La poesía del mar»?

-Fue una propuesta que me hicieron desde la fundación de Hidroeléctrica del Cantábrico a la que accedí. Todos los años hacen un libro como regalo navideño para sus accionistas, que suele tener como temática el mar. Hace unos años ya escribí para ellos uno relacionado con los faros.

-¿Por qué «La poesía del mar» para este año?

-En principio estaba previsto que fuera un libro sobre la poesía portuguesa y española de temática marítima. Desde luego es más importante la portuguesa que la española porque ellos otorgan más importancia al mar. Nosotros tenemos mucha costa pero siempre vivimos muy al interior. Sin embargo, conforme fui recopilando materiales se me ocurrió que era mejor reunir mitologías y temas poéticos. Desde Homero, que fue el primero, hasta Saint-John Perse, pasando por Virgilio y otros grandes escritores que se fijaron en el mar para crear sus obras, como los anglosajones Stevenson y Kipling.

-También incluye entre los autores a Miguel de Cervantes.

-Por supuesto. Cervantes también es uno de los grandes autores de mar. «Los trabajos de Persiles y Segismunda» es una gran novela marítima y en las novelas ejemplares hay dos, «El amante liberal» y «La española inglesa», con el mar como protagonista. Es una pena que a Cervantes se le recuerde sólo por el Quijote, pues él y Pío Baroja son los dos grandes de la literatura de mar española.

-¿Qué cree que este libro puede aportar a los lectores?

-Aunque suene a balandronada, creo que no se escribió ningún otro libro de estas características en España. El hecho de que sea un libro hecho por una institución privada con difusión reducida no implica que no sea un libro que tenga un interés superior a eso. Por otra parte, hay cosas que interesan, como recordar la mitología griega, clásica y bíblica, así como la literatura vinculada al mar, siempre muy sugerente para el lector.

-Ha publicado más libros centrados en esta temática, ¿le suscita especial interés?

-A mí me gusta el mar como a los astrónomos las estrellas; es decir, me gusta verlo desde lejos. Nunca me acerco al mar salvo una vez que di una vuelta en el yate de Santiago González por la desembocadura del Nalón. Prefiero pisar sólido, pero como motivo literario me parece una temática fundamental. «El muro de la eternidad» es una de mis obras más importantes y trata sobre una galerna en el Cantábrico en el año 1846. Tengo bastantes narraciones inéditas, pero todas escritas desde un punto de vista literario, no por experiencias personales.

-¿Por qué tantos autores se inspiran en el mar para crear sus obras?

-Tanto el mar como la montaña son los grandes temas literarios de la naturaleza. La llanura es algo que dice poco, pero el mar nos rodea, está en movimiento, cambia y es una gran ruta comercial. Por tanto, el mar es importantísimo. Donde no hay mar hay nostalgia de ella.

-Stevenson, Kipling, Víctor Hugo... son algunos de los autores de los que habla en el libro, ¿se identifica con alguno de ellos?

-A todos los que incluyo en la antología les tengo un afecto especial, pero desde mi punto de vista, Saint-John Perse es el gran poeta épico del siglo XX. Es un poeta homérico de mar nostálgico de Francia, aunque como poetas qué vamos a decir de escritores de la talla de Melville o Stevenson, del cual he de confesar que en estas fechas navideñas soy muy aficionado de ver películas como «La isla del tesoro», que me incitan a volver a leer el libro de nuevo. Por Navidad hay que ver películas que se vieron en la infancia. En la noche de Reyes hay que ver «Robín de los Bosques».

-¿Por lo que dice se ve que es también muy aficionado a la cinematografía?

-Sí, me considero aficionado al cine pero hace treinta años que no voy a una sala. Ahora con vídeos y DVDs antiguos me basta, porque el cine de ahora no me gusta. Me gusta el cine de actores como Clark Gable o John Wayne, no de los actores empalagosos de ahora, como Richard Gere o Tom Cruise.

-Entonces, al igual que en la literatura, ¿se podría decir que usted es muy clásico?

-Sí, reconozco que soy muy clásico y que no leo nada actual. Ni siquiera conozco a los autores modernos y no creo que ahora haya ningún autor a la altura de los clásicos. Es más, para dar un Nobel en la actualidad tienen que recurrir a Vargas Llosa que, aunque quizás sea el mejor literato vivo, es una mediocridad. Es obvio que hace treinta años, en mis tiempos jóvenes, había autores vivos buenísimos, como Sartre y Hemingway, que ahora no existen.

¿Cómo se explica esto?

-No debe ser fácil de explicar, pero en la actualidad hay mucha información que, en realidad, es más bien desinformación. Hoy por hoy, la función de intelectual la hacen los numerosos políticos profesionales, los futbolistas y la chusma que sale a todas horas en la televisión. Coges el mando a distancia y lo único que te encuentras es a Zapatero o a Belén Esteban. Hay poco más que elegir, y con esos referentes no se puede esperar mucho de la sociedad.

-¿Por qué tanto interés por lo antiguo?

Es muy sencillo. No entiendo esta época en la que vivo y escribo sobre el pasado, aún consciente de que el pasado interesa poco en la actualidad. No soy amigo de las innovaciones y sigo escribiendo a mano, con estilográfica. Y en agendas, porque las agendas suelen tener buen papel.

-¿Es de los que opina que la buena literatura surge de la inspiración o se decanta más por la teoría del trabajo?

-Baudelaire decía que la literatura era trabajo y yo lo creo también porque jamás me sentí inspirado. Es posible que a veces tengas más ganas de escribir que otras o que en algunos momentos te venga a la mente alguna idea, pero creo que fundamentalmente la literatura es fruto del trabajo. En otra palabras, yo tengo métodos de trabajo; de inspiración, no.

-¿Se considera más un escritor o un amante de la lectura?

-Por la mañana escribo y por la tarde leo, así que podría asegurar que es algo complementario. De todos modos, se puede decir que ahora ya apenas leo y más bien lo que hago es releer. El año pasado di una serie de diez conferencias en el Ateneo Jovellanos de Gijón sobre algunas obras como la Biblia, la «Odisea» o el Quijote, entre otras, y tuve que releer de nuevo esas obras, siendo una de las experiencias más fructíferas de mi vida. Nunca dejas de aprender de ellas.

-¿Trabaja usted en algún nuevo libro?

-Yo estoy trabajando siempre, si bien tengo dos tipos de obras: las que se publican, como este libro o las colaboraciones en la prensa, y, por otra parte, otra serie de trabajos, que son fundamentalmente ensayo y narrativa, que las escribo para consumo propio porque quizás no interesen demasiado al lector de hoy por ser obras clásicas, medievales y bíblicas. Sin ir más lejos estoy trabajando sobre Shakespeare y la poesía española de los siglos XVI y XVII y esto está inédito porque no interesa a los editores que, por cierto, son todos unos sinvergüenzas.

-Explíquese.

-Hay libros que publiqué y no se distribuyeron por extraños motivos. Hice una biografía del Arzobispo Valdés por encargo del anterior rector de la Universidad de Oviedo, Juan Vázquez, y al entrar el nuevo rector decidió no distribuirlo, inexplicablemente. Otro caso es un encargo del alcalde de Oviedo, Gabino de Lorenzo, sobre Sebastián Miranda que tampoco se distribuyó, aunque supongo que esto debe de ser una «gabinada» más.

-¿Hay algo sobre lo que le gustaría escribir y todavía no lo ha hecho?

Siempre suelo escribir sobre lo que me gusta y tengo interés en hacer una trilogía sobre unas cuestiones que creo que nunca llegaré a hacer porque ya hay demasiada novela histórica y sería redundar en lo que otros han hecho. Lo que si estoy tanteando es una serie de novelas, que serían cuatro no muy largas, sobre un asunto general con un ropaje bíblico que sería desde el Libro de Samuel hasta los diferentes monarcas del reino de Israel y la escisión del mismo.

-Como hombre de letras, ¿qué opinión le merecen los recientes cambios realizados en la ortografía española?

-Me es indiferente porque voy a escribir igual que siempre. Eso sí, el autor de la nueva ortografía, Salvador Gutiérrez, es amigo mío y tuvo la deferencia de enviármela como regalo navideño. Los jóvenes ven la vida de otra manera, pero a mis sesenta y cinco años no puedo aprender ya nada. Ni cambiar mi manera de escribir ni aprender a manejar Internet. Ahora, de ahí a ver esos mensajes que ponen en televisión con ortografía anárquica que no se entiende... es para matarlos. Me recuerda a las abreviaciones medievales de cuando estudiaba paleografía.